17 de marzo de 2015

FRAGMENTO 68

Turbocrónicas
FRAGMENTO 68
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
Como le digo, lic, busco abogado para Hércules, y para mí. Veré cómo le hago pero consigo los honorarios. ¿Hay otro camino? Doña Juanita lograba cuanto deseaba y, comillas, un Poquito más, comillas, decía mostrando dos deditos extendidos en paralelo, índice y pulgar, para ilustrar, separados, ese poquito. A cambio daba cosas muy, pero muy personales... Éramos distintas aunque compartimos a su bombón. De hecho, ha sido devuelto adonde lo confinó su rey, el rey de doña Juanita, a la cárcel.
Tampoco le envidié el conseguir todo cuanto se proponía porque nuestras metas eran distintas, y porque la envidia espesa la sangre, decía mi madre. Si metas equivocadas eso es otra cosa. Equivocadas para mí pues para doña Juanita eran de gran acierto, reconozco, a veces de vida o muerte.
Hablo de ella en pasado porque que no volveré a verla, temo… Trabajamos juntas diez años… Ojalá disfrute su viaje. Aun con su cultura de barrio, nadie le desea daño. Ella no tenía dirección postal, dijo, y menos correo electrónico. Buscaba romper con su pasado.
––Me voy a vivir a la mar ––dijo––. Aunque la mudanza me cueste un güevo de lana.
Cuando la Rott, perdón, cuando Purificación del Pozo Ramírez, nuestra compañera jefa, insistió, gritándole ¿adónde?, Juanita dijo:
––Ay, corazón..., pos a Acapulco. ¿Hay otro mar?
Volviendo al punto, licHércules tuvo defensor de oficio y nomás le sacó dinero. No debieron cobrarle, ¿ajá? Pero disponen de mil argumentos, aprendí de las críticas de mi marido a sus colegas poquiteros. Para unas copias, para untarle la mano al secretario del emepé, para una tarjeta de teléfono, etcétera. Argumentos ridículos. Usted sabe.

Hércules no tuvo otro abogado, y le urgía pues durante veinte años acumuló condena tras condena. El Manudo utilizaba los puños en cada bronca porque, con garrote o cuchillo, tendría cadena perpetua. Mire el fin de Papito Leo. Hércules no tuvo alternativa, pensé. El bombón de Juanita es un rompenarices, un quebrantamandíbulas. Las narices son una obsesión, contaba la doña, porque se la partieron de chico.

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