10 de marzo de 2015

FRAGMENTO 67

Turbocrónicas
FRAGMENTO 67
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Confinada en la cárcel y en mi mente yo iba a buscarle cómo empezar una historia y cómo escribirla. Si uso o no uso nombres reales o los invento para evitar líos… ¿Una demanda, lic? ¿Ya en la cárcel? ¡Venga! Así daría a conocer con profusión cuanto escribiera, no para vivir de los libros, para difundir esa historia, la que fuera. Porque escribiré para ser leída, y si voy a dar a conocer mis libros, siento la obligación de escribir lo mejor posible, un poco más allá de mi capacidad. Esto es, debo escribir bien una historia atractiva. No genial. No. Esa no me la creo. Claro, nadie me ha dicho genio. ¿Leo?... Primero muerto… ¡Primero murió él!…
Quizá hasta yo formé parte de la competencia, je je, pues Leo también quiso escribir libros, como ya le he dicho, creo.
Mas, oiga usted, licenciado García-Corral, he prometido a mis hijas que nadie va a leerme dos o tres veces para entender lo que quiero decir en tal o cual frase. ¿Me entiende? Perdón… Yo he perdido mucho tiempo deteniéndome para releer partes de muchos libros. Mal hecho. Debiera saltármelas como aconsejaba Borges. Pero no entender me desespera y me culpo debido a mi falta de concentración. Los torpes confunden complejo y profundo con mal escrito y dicen, pomposos, léanme varias veces. No, torpitos, digo yo. No eres complejo ni profundo, tienes mala sintaxis. También puedes padecer el síndrome del biq, Bajo iq.

¿Y no entiendo porque soy distraída? Papito Leo me lo criticaba. Pero no me distraen bobadas, según yo. En la prepa nada conseguía distraerme. Si me daban ganas de escribir, escribía. Las distracciones empezaron con los pendientes caseros y las distracciones y los pendientes empeoraron, al nacer mis dos hijas. Así que, leyendo reparo por cualquier detalle no comprendido en mi distracción y vuelvo al punto del desvío. Sucede cuando tropiezo con una frase larga de pésima sintaxis, o con una frase muerta que llena de pestilencia el texto. La releo, la descubro muerta, frunzo la nariz y me sigo ya con el hilo retomado, ¿ajá?

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