TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 9
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las
colas sin fin y las narices de mango”, novela
de
MARCO
AURELIO CARBALLO (MAC)
Mamá se puso el doble de triste cuando abandoné la
prepa. Me hubiera preferido de profesora no de secretaria. Yo pensé “trabajo de
secre y estudio la prepa”. ¿Para qué trabajar si ella podía sostener la casa?,
preguntaba. Lo importante era una carrera. Pero ¿de qué hubiera servido? ¿Para
su contento, lic? Yo habría abandonado cualquier profesión y me hubiera
dedicado a escribir. Así como iba a dejar de ser la sexi-servidora de Papito Leo,
je je, en cuanto su aburrimiento llegara al límite. Estudiar una carrera
significaba atrasar el cumplimiento de ni vocación.
A Papito Leo ni se le ocurrió
sugerirme qué estudiar. A la Rott, mi jefa, no se lo permitieron, ni su novio o
novios ni su padre. ¡Jolines!, mascullaba, dándose un palmetazo en la mano
izquierda con la derecha. Es el colmo negarte la misma preparación del macho en
pleno siglo veintiuno. A su padre le copió el batir de palmas, admitió.
Estudié prepa sin idea de mi
destino, lic... Profesora no, alumna de Papito Leo menos. Tampoco filosofía y
letras nos hace ricas. ¿Me entiende,? Perdón.
De casada conseguí
ensimismarme durante los regaños o lecciones de vida de Papito Leo, al hartarme
de escribir sus ocurrencias. No cesaba su ay, que sí, que no, que tú, que yo,
que blablablá, sin importarle mi ausencia mental. No lo aguanté y le di, bien
dada, la espalda. Me ponía a lavar platos de cara a la pared cuando empezaba
con su chiqui, chiqui, chiqui, Pude haberle dicho dale clases a tus hijas no a
mí, pero ¿y si me toma la palabra y les echo a perder la niñez?
Mamá tuvo la vocación de
maestra. Pero yo no. Fue suficiente ayudar a mis hijas en sus tareas. Se
necesita una vida externa para plantarse ante los alumnos y la mía es interna. Para
aprender todo, pero todo, de los seres humanos, he vivido confinada en mi
mente… ¿Lo habrá dicho ya antes alguien más? Sin dudas.