13 de octubre de 2015

fragmento 97

Turbocrónicas
FRAGMENTO 97
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
––Asusta tu falta de aspiraciones, Fundillona ––dijo––. Eres una conformista. Siempre lo he sabido y por eso piensas tú que eres feliz a ratos. No te has dado cuenta de que puedes serlo de modo permanente gracias a mi, a lo que yo consiga para ti, incuso en el terreno intelectual. Pero antes tienes que llegar al límite. No me digas que la prepa fue tu límite, y casarte y tener dos hijas…
¿Feliz gracias a ti?, debí decirle. ¡No me digas!... Respecto a mis aspiraciones, él las ignoraba. No porque yo se las mantuviera ocultas, porque de lo mío nada le interesaba. Mis aspiraciones eran un cero a la izquierda para él. Primero estaba el licenciado Leonardo López de León y enseguida el Trepamoders. Las aspiraciones de su amiguísimo eran, o son, vivir bien, sin esfuerzos y de la transa. De ese tamaño… No porque Leo quisiera más a su amigo. No. Porque el asunto femenino le parecía de poca monta.
La inversión para cumplir mis aspiraciones era, pues, de unos cuantos pesos. Mas los momentos de sosiego cuestan, lic. Lo sé. También eso debe pagarse si hay familia. De no haberla tenido, ¿cuáles necesidades? Cuarto y cama. Mesa y silla. En cuanto al sexo, como doña Juanita... Mis recibos a pagar por mi amante en turno serían ínfimos, sin el recibo del teléfono ni el de la tele, je je.
Solo deseaba una hora, dos de sosiego para leer y escribir. Esa era mi felicidad. La felicidad sustentada en la familia y en la escritura. Nomás los pendejos son felices, doña Petacas, decía Leo, escéptico, porque rechazaba ser pesimista. Ésos que viven revolcándose en las heces de su conformismo perpetuo sin darse cuenta, o que suponen que ese es el estado ideal del ser humano, echar la güeva. Por ejemplo, usted, ¿verdad, doña Petacas?...

Yo nunca jamás le pregunté qué significaba para él leer el periódico, bebiendo tantas cubas como le cupieran en su cada vez más redondo tinaco. Qué significaba la noche frente a la tele durante las funciones de boxeo con sus amigotes alrededor, empinando el codo y atragantándose de pizzas de anchoas y de perros calientes, de pistaches y de papas Saratoga.

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