FRAGMENTO 2
de
“El último protomacho, creativo y
perfeccionista en el país de las colas sin fin y las narices de mango” ,
novela de
MARCO
AURELIO CARBALLO (MAC)
Conocí al ahora difunto, a Papito Leo, cuando yo moría
por ser poeta, lic… Se lo cuento para darle el contexto en el cual murió.
Aunque pudo matarlo un susto antes del segundo ataque, esa vez al corazón.
Porque si el primero, dos años antes, fue al cerebro y lo dejó en silla de
ruedas, el segundo lo recibió en el meritito centro del corazón. Moría por ser
poeta, y para serlo, no se necesita la universidad, aunque sirva de cultura
general y para especializarse en letras y aprender a investigar esa materia.
También para establecer relaciones a futuro, las que propician el exitoso desempeño
de la vida profesional. Mas nos comimos la torta antes del recreo, una expresión
desagradable.
Casada, ya no escribí. Por la pérdida de la
vida apacible con mi madre y la pérdida de mis sueños, lic, no por dejar la
escuela. Mis sueños despierta. El matrimonio me cortó la inspiración. Debí
esforzarme, pero los poetas no se esfuerzan, se inspiran. ¿eh? El matrimonio me
inspiró a no escribir poesía.
Tuve otra clase de
inspiraciones. pesadillas despierta, como suicidarme o cargarme a Leo. Ese
verbo, cargar, aplicado así, me gana, lic… También las pesadillas de incitar mi
alcoholismo y el de mis hijas. Vivía de depre en depre, rehusándome con denuedo
a seguir los pasos de Leo. La depre
lleva al alcoholismo y yo, eufórica con las cubas, lo ignoraba.
Quise escribir un diario de
todo cuanto me sucedía de casada porque cualquier esfuerzo en prosa hasta es
indispensable. Pero abatida, sin ánimo de llevar esa clase de bitácora, una
vida sin chiste, empecé a transcribir los monólogos de Papito Leo. No, no me contradigo.
Fue a manera de catarsis y de ejercicios de redacción, lic. Él pudo
desentenderse de mí, manos en la cintura, pero me atendía, monologando, él.
No, no me casé por mi
embarazo. Papito Leo me ofreció matrimonio en un arranque de pasión por Lilia
Prado con quien soñaba desde la niñez. La de Papito Leo, claro. Yo le recordaba
a la actriz, en La ilusión viaja en
tranvía, dirigida, como usted sabe, por el maestro Buñuel. Después le
recordé a otra mujer o a otras.