turbocrónicas
FRAGMENTO 52
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Del infarto o derrame cerebral, lic, nunca los distinguí, Papito Leo se hizo el desentendido. Mi
vieja es aprensiva, alertó al médico... ¿No quería asustarme? A mis preguntas,
le restaba importancia el macho.
El médico preguntó por el
testículo averiado. Misterio.
“Pudo ser la ingesta de
antitriglicéridos”, dijo. “No invente”.
“Hablo del infarto, agregó, del testículo, usted sabe”.
¿Perdón? “Dígame usted, debí
decirle. Yo le digo de ovarios, ¿Era un caso de criptogénesis según los médicos?,
decía Leo.
Cómo saberlo si fui por hielos.
Con el médico evité el tema. ¿Hielo? ¿Para qué? ¿Algún pleito? No era para
ponérselo en los bajos, hubiera dicho, sino para las cubas de vaso largo, mucho
hielo y gotas de limón. Aprendí, lic, receta en mano.
Si no aprobaba las proporciones,
la cuba era para mí, y a preparar otra, vigilada. Terminé aborreciéndolas.
¿Ríe, lic? Regresaba el vaso al descubrir que había olvidado el ¿cómo? ¿Un
paladar ultrasendible? ¿Por qué ese descuido? No lo sé. ¿El subconsciente? ¿Me
negaba a servirle de criada?, ¿como robot?
Cuatro cubos de hielo, chorro
de ron hasta cubrirlos y la pecsi iban
en orden, sin limón. En primavera o verano seis cubos. La mitad del vaso de ron
y la pecsi, o no quedaba espacio para
el limón... También esa cantidad de hielos, crudo, tras verse con amigotes, el
infalible Trepa, omnipresente. “La amistad es el parentesco de las almas”, decía, abrazado a Leo, tambaleantes…
Me pregunté cuántos eran
chotos, como los llamaba Leo, saliendo y entrando al ropero o clóset. Perdón,
lic, pero observé esas actitudes mampas…, palabreja de abogado chiapaneco…
Leo se preparaba la primera. Recién
juntos tiré la segunda, la tercera... Al descubrirme, las reponía y tomaba las
mal hechas. Así vas a aplicarte, decía. Te vigilo, Rous, para que no la sigas cajeteando.
Bloqueada aprendí.
Suicidarse con alcohol es
agonía lenta. Casada no pensé en suicidarme. ¿Es el ebrio suicida medroso o
hedonista inconsciente? Porque hay llevan una vida deseada por muchos. Comen y
beben carísimo. Pobrecitos los pobres, en el tobogán oxidado rumbo al sepulcro.
Mala comida. Pésimo vino. Crudas infames.
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