Negocio para Rico McPato Slim
La pareja de ancianos debía
de vivir cerca pues llegó directa a la barra con las manos limpias, se dijo
Feldespato. Ellos hubieran lamentado la disposición de mostrar un pase en los
lavabos o el recibo del pago. Voy a lavarme las manos, le dijo Feldespato al
bañero. Una señora le había dicho acabo de subir los veintidós escalones. Tengo
años de venir a este lugar, pero hoy será el último día…
El anciano pidió cafés y
sacó dos conchotas de una bolsa de la panadería de la tienda. Una oscura y la
otra blanca. Las partió con el cuchillo y las sirvió en dos platos. En cada uno
la mitad exacta de la blanca y la mitad de la oscura. Ella empezó con la blanca
y él con la oscura. El anciano tenía gafas sobre la nariz ganchuda y bigote
corto. Un milímetro menos y Feldespato podría calificarlo de hitleriano. Le observó
una mirada mefistofélica pues tenía el ojo izquierdo desorbitado o de vidrio.
Ella era de rasgos finos y de gafas con montura de oro y maquillaje discreto. El
anciano juntó las moronas de sus dos mitades y las puso con sumo cuidado en la
cuchara y se las zampó.
Una tropilla de turistas,
ellas en bermudas, entró por Cinco de Mayo y se detuvo a tomar fotos a las
fotos de los muros. Al final el guía les dijo donde estaban “the bathrooms”.
Feldespato rió. El bañero los mandaría a volar.
Ante la caja, formado en la fila,
Feldes le vio al anciano un aparato para la sordera. ¿Cuánto habrá ahorrado en
la compra del pan en la panadería?, se dijo Feldes. Aquel Sanborns era de la
gente del rumbo no sólo del hombre más rico del mundo y del guitarrista al que
contratan en la barra y de los aboneros que venden bisutería a las meseras y acaparan
horas los gabinetes y de los jubilados y de quienes sólo van a los baños.
Feldespato subió los
veintidós escalones y mostró el pago de su consumo, ahora a la bañera. Ella y
él se turnaban. Dentro preguntó cuánto iba a durar la disposición. Empezó ayer,
contestó el encargado. Al notar que el hombre necesitaba un aparato para la
sordera repitió la pregunta. Entonces la respuesta fue quién sabe. Quizá cuando
termine la Feria del Libro, dijo Feldespato. Esa noche vio a Slim en sueños
inaugurando una cadena de miles de w.c. con diarios y revistas, y minifarmacias
para los males del sistema digestivo y del sistema urinario, etcétera. Así conservaría
por cuarto año el primer lugar del McPato más rico del mundo.
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