14 de marzo de 2012

TURBOCRÓNICAS


Negocio para Rico McPato Slim

La pareja de ancianos debía de vivir cerca pues llegó directa a la barra con las manos limpias, se dijo Feldespato. Ellos hubieran lamentado la disposición de mostrar un pase en los lavabos o el recibo del pago. Voy a lavarme las manos, le dijo Feldespato al bañero. Una señora le había dicho acabo de subir los veintidós escalones. Tengo años de venir a este lugar, pero hoy será el último día…
El anciano pidió cafés y sacó dos conchotas de una bolsa de la panadería de la tienda. Una oscura y la otra blanca. Las partió con el cuchillo y las sirvió en dos platos. En cada uno la mitad exacta de la blanca y la mitad de la oscura. Ella empezó con la blanca y él con la oscura. El anciano tenía gafas sobre la nariz ganchuda y bigote corto. Un milímetro menos y Feldespato podría calificarlo de hitleriano. Le observó una mirada mefistofélica pues tenía el ojo izquierdo desorbitado o de vidrio. Ella era de rasgos finos y de gafas con montura de oro y maquillaje discreto. El anciano juntó las moronas de sus dos mitades y las puso con sumo cuidado en la cuchara y se las zampó.
Una tropilla de turistas, ellas en bermudas, entró por Cinco de Mayo y se detuvo a tomar fotos a las fotos de los muros. Al final el guía les dijo donde estaban “the bathrooms”. Feldespato rió. El bañero los mandaría a volar.
Ante la caja, formado en la fila, Feldes le vio al anciano un aparato para la sordera. ¿Cuánto habrá ahorrado en la compra del pan en la panadería?, se dijo Feldes. Aquel Sanborns era de la gente del rumbo no sólo del hombre más rico del mundo y del guitarrista al que contratan en la barra y de los aboneros que venden bisutería a las meseras y acaparan horas los gabinetes y de los jubilados y de quienes sólo van a los baños.
Feldespato subió los veintidós escalones y mostró el pago de su consumo, ahora a la bañera. Ella y él se turnaban. Dentro preguntó cuánto iba a durar la disposición. Empezó ayer, contestó el encargado. Al notar que el hombre necesitaba un aparato para la sordera repitió la pregunta. Entonces la respuesta fue quién sabe. Quizá cuando termine la Feria del Libro, dijo Feldespato. Esa noche vio a Slim en sueños inaugurando una cadena de miles de w.c. con diarios y revistas, y minifarmacias para los males del sistema digestivo y del sistema urinario, etcétera. Así conservaría por cuarto año el primer lugar del McPato más rico del mundo.


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