29 de abril de 2015

FRAGMENTO 74

Turbocrónicas
FRAGMENTO 74
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

De la mudanza a Estados Unidos hablamos solo esa vez porque pronto descubrí que Leo era de ideas demasiado fijas. Confundía la necedad con la firmeza
––La estancia en otro país ––le dije–– permite adquirir la perspectiva necesaria para conocer el tuyo. Qué mejor si tu libro es de tales características.
––Esa perspectiva ya la tengo, Petacona ––afirmó––. Ignoro qué te hace pensar lo contrario. Mi país es Veracruz. Aquí en la capital vivo en el autoexilio.
Lic, ya le conté que el padre lo había abandonado de niño. Pero antes la madre los abandonó a los dos. El padre dejó al hijo con el hermano, con el tío Clemente, para ir tras la mujer, tras la mamá de Leo... Ya le conté… Sí, ¿verdad?  Las repeticiones son para que no haya embrollos, lic, ¿ajá? Embrollos míos, claro… Si Leo aludía a sus padres se iba con mucho cuidado. Él confió durante cuarenta y tantos años en que reaparecería cualesquiera de ellos. Nada. Cero. Duele, ¿verdad?
Yo tuve un dolor semejante pero a medias porque viví con mi madre pero sin padre. ¿Qué tanto influye en un hombre perder de niño a sus padres? Una constante en los personajes de esta historia, lic. Doña Juanita no los conoció, Hércules solo a su padre y yo a mi madre. ¿Le fue mejor al Trepa con padre y madre? En algún sentido sí, creo,  porque tenía todo y buscaba ser ¡coime de billar! Hágame el recanijo favor.


Lic, mis divagaciones le fastidiaban al ahora difuntito. No soporto que se desvíe, doña Petacas, decía él. No tengo tiempo para escuchar divagaciones de un ama de casa intelectuala... Papito Leo era un tipo inculto. Un profesionista, sí. Abogado, sí, pero inculto. Leía periódicos y bestsellers y el Selecciones del Readers Digest. Ensayos no. Odiaba los museos. Le aburría la música clásica. Le gustaba el beis. Y yo no soy intelectual, sino sentimental… Y él también, mas no lo aceptó nunca jamás, a pesar de que era un auténtico Leoncito Bu bú. Yo me hice de una caparazón bien dura o él me aplastaba como a una cucaracha patas arriba.

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