7 de abril de 2015

FRAGMENTO 71


Turbocrónicas
FRAGMENTO 71
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

De lo que piensan los allegados a él acerca de su muerte, tampoco me lo dicen, quizá por respeto. La mayoría son capitalinos. Excepto sus primos y el Trepamadres, veracruzanos como Leo. Aunque el Trepa dice todo lo que piensa por cínico.
Lic, disculpe mis palabras sobre el infierno y el diablo, pero no puedo evitarlo. Si le contara la verdad de mi vida, lloraría…
Gracias, sí. Le acepto un poco de agua... Gracias.
Leo lloraba ebrio por sus padres y a causa de su tío. A este último lo acusaba de haberle entre comillas jodido la existencia, pero también de haberle propiciado un matrimonio, entre comillas, en relativa paz. ¡¿Qué?!... Cuál paz si la guerra de Leo fue a muerte. Es decir mantuvo batalla permanente contra sus demonios. Desde luego, yo formaba parte del elenco. La demonia mayor, je. Un Quijote con el cuerpo de Sancho Panza, y un ejército de siniestros fantasmas haciéndole la vida imposible constituían los molinos de viento.
En época de lluvias, él lloraba viendo agitarse desde la ventana las palmeras del camellón. Patético. Lloraba a causa de su fracaso en política, cuya carrera nunca inició en la práctica. Lloraba por su fracaso como abogado, de lo cual no debió culpar a nadie… Todo esto lo deduzco, lic… Lo que no sé es si lloraba por el abandono de su madre y de su padre. Me resulta difícil ponerlo en claro… Él nunca, jamás me dijo nada. Hubiera sido tanto como aceptar sus debilidades. Hizo, no cuanto debió hacer, pero sí cuanto pudo, según yo, en los escasos momentos en que siento benevolencia por él. Quiso ser masón y lo reprobaron. Eso le dolió. Lo frustró. Lo neurotizó. También porque nunca jamás escribió ningún libro, ni siquiera el flamígero prólogo, sospecho.
Dejando de lado su perfil sensiblero de Leoncito Bubú, él era un profesionista ambicioso. Estaba preparado, alardeaba, y con una vasta experiencia de litigante, lo que le atraía de la carrera. Yo le di el beneficio de la duda. Pero su carácter explosivo lo perdió y también que dijera todo cuanto pensaba, como el Trepa, sin que le importara actuar políticamente incorrecto, una de las frases trilladas de moda. Exponer lo que piensas no es el problema, rumiaba él, sino decir estupideces. Los políticamente correctos me han rejodido la existencia.


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