5 de diciembre de 2012

TURBOCRÓNICAS



DE TAREA, SUS PLANAS, K

Amigo Torres Cancino para la otra hablo de enfermos, tema demasiado complejo.  Dame chance. Acabo de presentar un libro y podría escribir un mamotreto, pero ¿qué hago con el libraco? Se trata de “Cuentos del Sur (Coneculta-Chiapas, 2012) de catorce autores.
Había gente de pie. Cuando lees que había gente de pie ¿será porque no alcanzan las sillas? La editorial envió 40 ejemplares. Es decir, 2.8 libros para cada autor. Si alguien quiso comprarlo nanay. Tuve una idea. Abandoné el pomposamente llamado presidium y le pedí a mi hermana 10 ejemplares de “Soconusquenses. Crónicas y semblanzas (Coneculta-Chiapas, 2000). Cuando volví, la profesora Laura Dalila Cancino Gordillo llamaba a cada autor y le entregaba sus dos ejemplares. Mi querida prima, Denise López Espinal, regidora, me amonestó por haber dejado mi asiento.
Caía un pencazo de agua. El techo de la explanada del palacio municipal es de lámina. El ruido estaba por encima del sistema de sonido. El micrófono parecía de karaoke. Le dije en susurros que propusiera la compra de un sistema de sonido profesional. En la tierruca llueve seis meses. En cualquier ceremonia ahí el fragor semeja el del diluvio universal.
Denise me vio sesgado, cual diciendo ¡¿cómo crees?! Entonces vi a mi hermana. Estaba a la puerta de entrada. Los gendarmes se habían negado a abrir. Afuera llovía y dentro era un horno crematorio nazi. Accedieron luego de presentarles una orden por escrito con firmas y sellos y trece copias. Mi hermana estaba empapada con los mamotretos en una bolsa de plástico. Era mi oportunidad de vender algo. Desde mi primer libro supe que no sería un superventas, ni escribiendo “Lolita II”. Ahora iba a aprovechar a la gente presa del consumismo por El Buen Fin. Pero… no soy mercader. Así que los regalé como si la colegiatura de mi hijo menor no se llevara 90 por ciento del sueldo de mi Petunia.
Menos soy políticamente correcto. Así los quieren, dije, y mi prima volvió a ignorarme. Un asesor les diría que los políticamente correctos son malos periodistas y escritores. En primera instancia (para usar su deleznable lenguaje) les diría que una novela es revolución no diversión. Ese asesor le soplaría quién dijo la frase para que no lo acusaran de plagio. En segunda instancia le dejaría de tarea, al k,  cien planas con los títulos de tres libros porque todos esos k pretenden ser presidentes de la república.






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