8 de agosto de 2012

TURBOCRÓNICAS



El general Villa y Gore Vidal
Descubrí a Gore Vidal (1926-2012) al leerle su novela “Myra Breckinridge”, regalo de mi general Jorge Villa. Él acababa de leerla y dijo está buena. La leí con gusto. Sucedió a principios de los años setenta cuando el de la tecla era redactor de corresponsales de aquel diario y Jorge Villa el jefe. Lo tomé como una distinción pues ¿por qué no se la dio a mi compañero? El jefe Villa recibía el mazo de telegramas, desechaba unos y el resto los dividía entre Julio Peña y yo. Con ellos redactábamos las notas informativas. Eran puros datos. Debíamos engordar el perro como decían los reporteros gringos. Echarle galleta, decía Luis Spota en los semanarios en que trabajó.
Volví a leer a Gore Vidal con gusto y con interés en el 2004: “Una memoria” (Grijalbo Mondadori). Título feo, pero es que en inglés se llama “Un  palimpsest: a memoir”. Se sabe que nos gustan los libros que confirman nuestras opiniones. Gore Vidal cuenta que le preguntó a Saúl Bellow (1915-2005) por qué seguía dando clases. Porque sólo ahí tengo con quién hablar de literatura, contestó el Nobel 1976.
Gore Vidal, un burgués gringo, intentó ser senador demócrata como lo había sido su abuelo. Fracasó. Los expertos lo reputan mejor ensayista que narrador. Un periódico londinense le ofreció una suma cuantiosa de libras para que entrevistara al primer ministro inglés John Major (1990-1997), cuenta en sus memorias. Si quieren dar un buen golpe, les contestó, mejor que él me entreviste a mí. Enemigo del maquinazo como acostumbran los periodistas de países allende el Bravo, escribió también: “Para hacer un buen artículo hay que dedicarle mucho tiempo y el tiempo no es algo que yo esté dispuesto a derrochar alegremente”.
Quién sabe de qué manera influyó en mi vocación de narrador la novela que leí de él, pero en cuanto supe (1976) que o me culiatornillaba a teclear o sería un narrador frustrado, me puse a darle a la tecla obsesivo y compulsivo. Sexenios después le llevé al general Villa dos libros míos a un diario de Villahermosa, Tabasco. Él no estaba esa mañana y yo regresaría al DF minutos después. Ahora pienso que, si corrí con suerte, él leyó uno de los dos mamotretos, o los dos. Pero ¿los habrá regalado? No es mal hábito. O alientas a alguien a escribir   o le pasas el mensaje de que sí, pero no como ese autor. Descansen en paz mi general Villa y Gore Vidal.marcoaureliocarballo.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Buen texto, MAC. Trataremos de conseguir libros de Vidal.

    Saludos

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  2. Hombre, gracias.
    Sin dudas las editoriales sacarán sus saldos.
    Saludos: MAC.

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