Tip a plagiarios
He leído dos consejos para
quienes escriben, de maestros que no doran la píldora. Si puedes vivir sin
teclear abstente y los primeros cuarenta años son los difíciles. Hay quienes se
acogen a la frase de “los genios no corrigen”. El riesgo para quien se
autoengaña es que mami o papi le diga hijo mío eres un genio. Entonces el genio
postizo va por la vida escribiendo pomposidades. Algunos publican pagando, y
regalan el libro y reclaman aplausos. Como en todo, en la escritura hay “genios”
subnormales.
Grandes escritores aconsejan
como ejercicio copiar de pe a pa los cuentos del escritor favorito. La mayoría
escoge a un escritor de segunda y se queda en esa división. Con ese ejercicio, el
aspirante dirá estoy listo para escribir un cuento que me salga del forro del
alma, si es honesto, y no del forro del alma de Rulfo, digamos. Problema es cuando
publica sus plagios porque juzgue a sus lectores estúpidos de primera.
Cada vez resulta más difícil
perpetrar esa tomadura de pelo, gracias a Internet, una de las ventajas de la
mundialización y de la información en cantidades industriales y en greña. El
caza-plagiarios Guillermo Sheridan aportó este enlace para descubrir a tales
gandayas: (turnitin.com.es.hom). Los hay hasta en las tareas escolares y en las
tesis.
El tip para hacerse escritor
(nace pero se hace) es ejercer el periodismo. Hemingway sugirió cinco años,
pero si es para dedicarse al oficio de narrador bastaría con un año de trabajo
a fondo. Se aprende a entrecomillar las citas y queda uno a salvo del plagio y de
ser exhibido y ridiculizado.
Una tarde José Pagés Llergo charlaba
con Humberto Romero, exsecretario del presidente López Mateos y mandó llamarme.
Cierta periodista se había autoexiliado porque escribió una columna sobre la
compra del vestido de novia de la hija de un presidente de la república, sin
utilizar ni las fuentes ni las comillas. Le cayó encima el siniestro poder del
Estado. ¿Por qué?, me preguntó Pagés Llergo. Odio los exámenes y en tanto
reportero yo hago los interrogatorios. Mas ¡era el jefe Pagés! Por falta de
oficio, le dije. No se puede ser reportera una semana y a la siguiente
columnista. Ahí está, dijo Pagés. Esa es la razón… Uf, dije, sintiéndome
aprobado, y salí deprisa porque Pagés ordenó vuelva a lo suyo, no nos quite más
el tiempo.
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