8 de febrero de 2012

TURBOCRÓNICAS



Elogio de Óscar Palacios

Allá en el pueblo observé de chavo que si alguien con zapatos de cuero venía de frente, el campesino o el indígena, caminando como en el aire, descalzo o con huaraches, dejaba la banqueta para cederle el paso a ese alguien. Mejor si veía el suelo. Ya de adulto escuché a un tipo obeso y güero, rascándose los comedones del pescuezo, decirle a otro vestido como terrateniente: Entre una chinche y un indígena prefiero a la chinche. ¿Cómo sobreviven los indígenas de los Altos de Chiapas avasallados por los caciques? Haciéndose tan invisibles como sus pares de la costa de la selva, del Soconusco.
Ese mundo lo ha reflejado Óscar Palacios en su novela “El abrazo de Ixtab” (Ediciones Papalotzi) desde la perspectiva de los Pichichis. Después de enriquecerse, ellos abandonan el estado para darse la gran vida. El protagonista es un junior rubio de ojos azules (por supuesto) autor de una novela exitosa. Con ella gana un premio europeo y su castigo dorado es presentarla en una treintena de países. Para su desgracia las novias le ponen los cuernos o se lo fornifollan cual mero objeto sexual, mientras él bebe y del trago pasa a las drogas. Mami le da todo y cuando una tía muere él hereda y entonces la historia cambia de escenario. Del DF, después de pasar por Acapulco, se traslada a San Cristóbal de las Casas. Ahí el héroe conoce a quien podría ser el amor de su vida.
Óscar Palacios es un excelente narrador. Hace alardes técnicos en el manejo de los diálogos, echando mano de todos los recursos en ese aspecto, sin que el lector pierda el rumbo. Los personajes están bien trazados. La cantidad de metáforas, en una región donde quien no es poeta es hijo de poeta o hijo de la gran poeta, está dosificada y al servicio de la historia.
El autor decidió vivir en su estado de origen al contrario de muchos artistas quienes, sin donde ni con qué desarrollarse, viajan al DF. Como los caciques pero sin dinero. Él no emigró y sin duda vive mejor que los otros, ahora en la bella San Cristóbal de las Casas. Seguir los pasos del personaje por esas calles coloniales es una delicia porque Óscar Palacios las conoce bien. No es como otros (incluido Hemingway en Venecia) que se fusilan la guía de turismo.
Ah, el final es sorpresivo como debe ser. Otro ah. Se me olvidaba. Los Pichichis son los pinches chiapanecos chilangos, como este escribidor.


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