22 de febrero de 2012

TURBOCRÓNICAS




La muerte, brava

A la memoria de Aurora Berdejo Arvizu.

Como creo haberte escrito, Albertico, tuve una influenza medio mampa. Andaba en el trajín con algo de dolor de cabeza y algo de fiebre y moqueando. Simple gripe, supuse. Debió ser media influenza porque me aplicaron la vacuna. De otro modo habría estirado la pata y ¡sobrio! El médico (homeópata) ordenó recluirme y como ese tratamiento es lento el asunto llevó dos semanas.  
La muerte anda brava este invierno, como dicen allá en la costa de la selva. Recordé a un ex compañero que acostumbra leer, antes de otra cosa, la lista diaria de bajas en el obituario de las funerarias importantes del DF. Desde luego hay quienes nunca apareceremos ahí, menos si pedimos como el colega León Roberto García que, si debe informarse, informen tres días después. Si uno va a revivir te dan veinticuatro horas, ¿verdad? ¿Era León Roberto demasiado optimista o sólo discreto?
Debió ser el subconsciente pero empecé a soñar con media docena de compañeros desaparecidos. Soñé dos veces con León Roberto García y con Rafael Ramírez Heredia (en orden de desaparición). A Octavio Paz (OP) una. En vida, lo vi nada más durante un homenaje a José Pagés Llergo. En mi sueño, OP iba en mangas de camisa y con pantalón vaquero. Había terminado una conferencia o la presentación de un libro. Rodeado de chicas, OP empezó a acercarles sillas. Pero es odioso contar los sueños. Ricardo Garibay detestaba al escritor cuando llegaba al punto en el cual contaba un sueño de varias páginas. Lo llamaba obtuso o cretino.
Albertico, aún no termino los chochos. Aunque, de “eso”, ya estoy bien. La fiebre derrenga, así que trabajé digamos al diez por ciento. El invierno es una tortura para todo costeño y mojarrero. Sentí ganas de abandonar la cama a media noche y caminar sin detenerme hasta la tierruca, arrojando a diestro y siniestro abrigo, suéter, camiseta térmica, etcétera. Para qué vas tan lejos, dijo Petunia, implacable. Acapulco te queda cerca. Hace dos inviernos ella regaló unos calentadores porque consumían demasiados vatios. Ya sabes, el monopolio de Estado vende carísimo el kilo. La próxima semana espero enfrentar con el ánimo al ciento por ciento la batallas de principio de año como son las del Taller de Narrativa y darle seguimiento al libro “Cuentos del sur”, el segundo de nuestro Taller.

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