La muerte, brava
A la memoria de Aurora
Berdejo Arvizu.
Como creo haberte escrito, Albertico, tuve
una influenza medio mampa. Andaba en el trajín con algo de dolor de cabeza y algo
de fiebre y moqueando. Simple gripe, supuse. Debió ser media influenza porque me
aplicaron la vacuna. De otro modo habría estirado la pata y ¡sobrio! El médico
(homeópata) ordenó recluirme y como ese tratamiento es lento el asunto llevó
dos semanas.
La muerte anda brava este invierno, como
dicen allá en la costa de la selva. Recordé a un ex compañero que acostumbra
leer, antes de otra cosa, la lista diaria de bajas en el obituario de las
funerarias importantes del DF. Desde luego hay quienes nunca apareceremos ahí,
menos si pedimos como el colega León Roberto García que, si debe informarse,
informen tres días después. Si uno va a revivir te dan veinticuatro horas,
¿verdad? ¿Era León Roberto demasiado optimista o sólo discreto?
Debió ser el subconsciente pero empecé a
soñar con media docena de compañeros desaparecidos. Soñé dos veces con León
Roberto García y con Rafael Ramírez Heredia (en orden de desaparición). A
Octavio Paz (OP) una. En vida, lo vi nada más durante un homenaje a José Pagés
Llergo. En mi sueño, OP iba en mangas de camisa y con pantalón vaquero. Había
terminado una conferencia o la presentación de un libro. Rodeado de chicas, OP empezó
a acercarles sillas. Pero es odioso contar los sueños. Ricardo Garibay detestaba
al escritor cuando llegaba al punto en el cual contaba un sueño de varias
páginas. Lo llamaba obtuso o cretino.
Albertico, aún no termino los chochos. Aunque,
de “eso”, ya estoy bien. La fiebre derrenga, así que trabajé digamos al diez
por ciento. El invierno es una tortura para todo costeño y mojarrero. Sentí
ganas de abandonar la cama a media noche y caminar sin detenerme hasta la
tierruca, arrojando a diestro y siniestro abrigo, suéter, camiseta térmica,
etcétera. Para qué vas tan lejos, dijo Petunia, implacable. Acapulco te queda
cerca. Hace dos inviernos ella regaló unos calentadores porque consumían
demasiados vatios. Ya sabes, el monopolio de Estado vende carísimo el kilo. La
próxima semana espero enfrentar con el ánimo al ciento por ciento la batallas de
principio de año como son las del Taller de Narrativa y darle seguimiento al
libro “Cuentos del sur”, el segundo de nuestro Taller.
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