28 de julio de 2015

FRAGMENTO 87

Turbocrónicas
FRAGMENTO 87
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Por los veinte años invertidos en sus tanteos verbales para escribir la primera versión de su libro, lic, quise pronosticarle un fracaso total. Para provocarlo. Para estimularlo. Para que dejara de platicarlo y se pusiera a escribir. Le habría adelantado el colapso. No me hubiera atrevido… Poco antes del infarto cerebral, Leo empezó a justificar el retraso en la escritura de su obra histórica. La realidad lo había alcanzado con la derecha instalada en el poder. No concebía el derrumbe del pri. Iba a replantear su proyecto.
––Es imposible que la mayor parte de los mexicanos, debatiéndose en la jodidencia, sean de derecha ––dijo––. Algo sospechoso hay ahí. Aunque ahora medio mundo esté contra el sospechosismo, ejercido por la otra mitad.
––¿Tantos y de derecha? ––le pregunté.
––O hubo fraude o el pueblo se equivocó ––dijo él––. Analizaré el fenómeno replanteando mi tratado.
Leo huía de la masa, vociferaba. Le caía bien uno, dos, no la plebe como entidad. Si la masa estaba dirigida por múltiples estímulos a causa de sus necesidades terrenales, ¿por qué votaron por la derecha?
––Porque les gusta la mala vida ––dijo él mismo––. Capones de cuerpo y alma y por añadidura retrasados mentales. Emplomados. A menos…
––¿A menos…? ––le pregunté.
––A menos que haya habido fraude ––dijo él.
––¿Y?
––Si hubo fraude pues ¿qué te esperabas, Petacona, de una panda de culéis, o de la variedad entera de pandas de culéis?

A Leo se le chispó el objetivo, lic. Lo extravió con el paso de los días esperando mejores tiempos, o esperando sacarse el Melate o que le dieran una beca. Hubiera bastado, como decía él, con sumergirse en las aguas turbias de su particular condición. Conociéndose a sí mismo podría haber escrito del alma y de las tripas del mexicano. Tomando también como punto de partida su dieta... Pensaba concentrarse en el chilango, decía. Como si él pudiera abstraerse. Su marcianidad era un mal chiste, lic. Como ciento y pico de millones de mexicanos. Leo estaba hecho de la misma dieta, hábitos y espíritu, y salido del molde del sistema por añadidura.

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