4 de agosto de 2015

Fragmento 88

Turbocrónicas
FRAGMENTO 88
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

De haberse analizado y cuestionado a sí mismo habría descubierto en él la esencia del chilango en noventa y nueve por ciento. Uno por ciento es cuanto a cada ser humano lo distingue de los demás. Quizá ese uno por ciento sea lo que él hubiera desentrañado de sí mismo porque le cueste a uno verse a fondo. Observe, lic, yo también uso por mimetismo los porcentajes… Su obra iba a ser, si no maestra, fundamental, afirmaba. Los estudiosos quedarían en aprietos para establecer el orden de los grandes ensayistas nativos. Si en orden alfabético, le tocaba ser el primero. De León, Paz, Ramírez…
¿Sonríe, lic? Imagínese oyendo a diario su ay, que tú, que yo, que sí, que no, que blablablá.
Sin embargo, me alentaba a que tuviera distracciones porque no era un canalla integral. Le observé equis detalles, pero siempre estaba en guardia. Un descuido y salía perdiendo tiro por viaje, como dicen. Pudo estimularme a escribir porque tuviera problemas de conciencia y lo juzgara un pasatiempo inocuo. También porque influyera el Trepamadres, su amigo y compañero de facultad…
Mi biografía tendrá ciento veintipico de páginas, las de Pedro Páramo. La poesía ayuda a contenerse y a escribir compacto… Leo llegó a sugerirme títulos, geniales, alardeaba. Él tenía el título definitivo de su libro, mas con nadie iba a compartirlo para evitar el ¡plagio! Quién sabe el porqué de su presunción pues eran títulos como de noticias. A veces me sorprendía si remataba conmigo, el hijo de su mamá. Aunque él sabía que yo iba a escribir de nuevo, dejando atrás mis poemas de adolescente...
¿Por ejemplo, lic? ¿Ejemplo de títulos a partir de los cuales ya sólo restaba que yo escribiera el texto, je? En Guanajuato, luego de hacer el amor en circunstancias difíciles, me dijo:
 ––Te regalo este titulazo Nunca jamás permitas que las arañas aniden en tu coño.

Lo repitió soez y obsesivo todo el día, don Superbuenasmaneras... Si estaban presente las muchachas, Leo lo decía en silencio, considerado, moviendo nomás los labios. Pero ya me desvié.

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