Por qué ser infeliz
Hazte, me dijo Feldespato. Los
días disolutos te ablandan…. Mi alter ego estaba de buenas. Si le urge
posesionarse del teclado me propina de codazos… Estoy harto de tu mundillo deseándote
felicidades, dijo él. Por eso te di el empellón cuando tu amigo Gusgús te escribió
sí, felices, pero sin recurrir a los santos ni a los convencionalismos. ¿A un
pagano? ¿A un anarquista, si bien pacífico?
Doña Guadalupe, tu asesora en
inversiones (Lotería y Melate), de la calle de José María Iglesias, es muy talentosa,
así como el gerente de Siempre!, el
contador Emilio Torres, a quien le entusiasmó tu declaración: Feliz, dejaría de
escribir. La doña te dijo pero si usted es feliz escribiendo… Aunque tu
reducido mundo lo ignore. Sí, aunque no puedo escribir el día entero, le
dijiste. Quien sabe qué hubiera dicho si le respondes escribo hasta cuando no
escribo. Claro, ser desdichado no es el único requisito. Labor de mulos, de galeotes,
dicen tus maestros. El trabajo sucio y webón: la política, las empresas, ¡la
burocracia!, etcétera, es para los demás.
Un aspirante a escribidor quiso
convencerte de que feliz se escriben cuentos de hadas. ¿La excepción de la
regla? Candy Charamusca presenta en el Taller de Narrativa cuentos chorreando
miel, con personajes buena onda. Él mismo camina como sobre un charco de heces
de la miel. Echa mano del lado oscuro de tu alma, le dijiste, recuerdo. No
puedo, dijo él retorciéndose como su nombre por la cintura. Timiducho. Así soy,
¿qué quieres? Debe haber conflictos en tus historias, le insististe. Yo a la
gente nomás le veo el lado bueno, dijo él.
En las últimas sesiones del
Taller del 2011 te escribió la chica de ojos como de paloma real, de tez como
de durazno de exportación, de cuerpo a la Mónica Belluci. Mamita… No voy a
volver al Taller, te dijo ella. Ante la pregunta de los motivos, te dijo la
neta, supongo. Candy Charamusca la acosaba implacable. Entonces le hablé a él y
le dije que yo, Feldespato, eras tú y que si no escribía el relato de un bandido
enfermo de satiriasis y de priapismo, y con final feliz… para el acosador, lo
escribirías tú, es decir yo, utilizando su nombre real y su IFE y su RFC.
Asustado, aceptó.
Cuando le contestaste a tu amigo
Gusgús te di el inevitable codazo más fuerte infligido nunca. Debías decírselo.
Debíamos… Si quieres crear, tecleaste, debes ser infeliz… Ni te contestó el
dichoso. Pero ¿y qué?
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