15 de septiembre de 2015

FRAGMENTO 94

Turbocrónicas
FRAGMENTO 94
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
Leo ignoraba de qué murieron sus padres si es que ya estaban muertos. Nunca jamás supo nada de la madre y del verdadero padre menos. De modo que le resultó difícil detallar cuáles de sus achaques físicos y mentales eran heredados de una y cuáles del otro. Porque ya de viejo es cuando Leo se acordaba de ellos y para eso… o por eso... Cuando le dolían las coyunturas o cuando notaba que se le caía el cabello o cuando se pesaba… La conjunción de los dos adeenes, intuyo lic, puede provocar en los hijos un mal ausente en los padres. ¿Será posible? De eso él no opinaba nada. Pero yo pienso que podría darse una especie de corto circuito a causa de cierta mezcla genética contraindicada, ¿ajá? El cáncer. La diabetes. El alzheimer…
Si usted pregunta qué tan perfecto era Leo, le diré que para nada. Ni semiperfecto siquiera. Perfecto nomás el huevo, decía él mismo, aunque salga del culo... Perdón… Rezumaba complejos y traumas si bien tenía puntos de vista absurdos para justificarlos, según los oí yo misma de Leoncito Bubú. Misógino, chantajista y sentimental. Ahora que perfecto ¿para qué? Para insultarme era un perfecto hijo de su madre, mas yo lo vencí en cuanto a resistencia, je je. Pensándolo bien la vida degradante, el trago y yo lo derrotamos, y la flaca señora y su mejor amigo, el Trepamoders.

Leo era un ambicioso desorbitado, aunque presumiera de ser consciente de sus límites. Para él era poco, nada, ser profesionista y tener familia y sentirse realizado con eso, tomando en cuenta sus orígenes. De tales orígenes no tenía la culpa él, cierto, y fue loable su esfuerzo, mas ¿por qué dos familias?, ¿para qué casa en las Lomas?, ¿para qué fines de semana en Las Vegas en avión propio? Fue imperfecto desde la perspectiva de él porque no se hizo millonario, su máxima aspiración. Yo nada le exigía, lic, y mis hijas mucho menos. Haberme dicho, ebrio, quiero, doña Petacas, darle mansión y coche y servidumbre, para que libre de toda clase de obligaciones escriba sus ocurrencias, resultó un exceso. Habría sido suficiente con el gasto...

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