15 de septiembre de 2015

FRAGMENTO 93

Turbocrónicas
FRAGMENTO 93
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Alba Lilia, pasante de leyes, estaba ya enfrentando a Leo de manera avasallante. Ella es la versión más aproximada a él. Instruida pero moderna. Me lo dice el amor de madre, pues ¿de dónde saco un punto de vista científico? Leo era de otro siglo, del diecinueve. El siglo de los caciques. ¿Habrá sido así el tío Clemente, el único punto de referencia de Leo respecto a la autoridad paterna? No, lo tildaba de blandengue pero también de abusivo con la esposa y con los hijos. Solo un tipo de espíritu culéi se deja vencer por el trago, decía él… El burro hablando de orejas... Si no fue el ejemplo del tío o de cualquier político, admirado por Leo al punto de imitarlo, ¿fueron los genes? ¿Cómo podía la mamá regentar cantinas si no era provista de un carácter acerado, je,  a prueba de borrachos?
Leo nunca quiso a sus hijas, o las quiso a lo bruto. Alba Lilia y Yolanda eran unas subnormales, según él... ¡Jue su madre! Solo porque las dos usan lentes. ¿Qué tiene de malo? ¿Dígame?... Por desgracia la mala vista la heredaron de mí... Cruzo los dedos para que el lado oscuro del padre tarde en salir a flote. Lado oscuro desvanecido en las hijas por su condición femenina y porque son del siglo que viven, mujeres de su tiempo. Por la modernización y por la educación, pues.
––No hay cuatrojos en mi parentela ––dijo Leo––. Ni chotos.
¿Cómo es que decía eso? Él pudo no haber sido retrasado mental, pero su cabeza contuvo un cerebro endeble y no soportó la prueba mortífera del trago. ¿Cuántos dipsómanos mueren durmiendo en su cama de muerte natural, si existiera, no en silla de ruedas? Quizá solo se necesita un cerebro con suficientes luces y no tan poderoso como el motor de un coche de carreras. Una de esas luces ilumina el aviso de ¡ojo!, estás excediéndote, güey. El alcoholismo, enfermedad o no, hereditaria o no, opaca esas luces y doblega la voluntad. Lo vi en Leo.
Por eso, lic, a partir de nuestro segundo trago, yo renunciaba a seguirlo. Sus raciones de ron eran entonces dobles o triples. En mis peores pesadillas, despierta, veía borrachas a las niñas...
No teníamos salvación. Ni él ni yo ni Alba Lilia ni Yolanda.


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