22 de julio de 2014

FRAGMENTO 41

TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 41
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Borrica Gemebunda, cuando era Renacuaja Rechoncha, es decir, Marta, y yo lavábamos platos, lic. Habíamos comido. Esa prima chatita y simpática, Marta, habla y se le dibujan las venas de la papada. Cierto, hace esfuerzos al hablar, mas no gime, como afirma Papito Leo. Menos tiene dos agujeros por nariz. Sarcasmo lacerante. Según ella. Su marido Rutiliano contaba que mi futura suegra llegó al puerto en busca de nuevos aires porque un viejo amor la abandonó embarazada en Guanajuato.
Nacido el hijo en Veracruz, a la madre le reapareció el antiguo amante, el guanajuatense, el verdadero padre de Leo. ¿Cómo hizo para hallarla, casada ya, si no es porque ella le dijo dónde estaba? De telenovela, lic.
El supuesto padre de Leo, el veracruzano, la buscó en Guanajuato, sin éxito porque los fugados estaban ya retozando felices en California. Mas, si la halla, ¿qué? ¿Iba a encarcelarla por adúltera?..., ¿o por bígama? Primero en tiempo, primero en derecho, habría dictaminado Leo, paladín de la justicia, aunque estuviera de por medio la infelicidad del padrastro. El padrastro de Leo, el entrometido, el veracruzano, viajó también a Estados Unidos…
Por esos días, Leo recibió un anónimo que yo encontré en un saco del traje que iba a la tintorería. Su madre era dueña de un burdel en Guanajuato, le chismeaban, y su apodo era, Dios mío, la Pelos de Oro. Había huido a Veracruz porque hubo una matanza en su burdel. El plan de ella era seguirse a La Habana, donde tenía parientes gallegos o asturianos. Ella fue quien montó la tienda con sus ahorros… Hice cachitos la carta.

Encontré el anónimo hace tres años, lic. Más o menos cuando Leo acusó de ratero al tío Clemente y llamó Borrica Gemebunda a Marta. ¿Habrá Leo sospechado de que el emisario estaba entre sus amigos? ¿Habrá sospechado de sus primos Justino o Rutiliano? De haber inquirido sobre la carta, yo, pico de cera, como dicen. De mensa le confieso que había destruido la prueba del delito. Pero ¿será el anónimo delito?... No, ¿verdad? La difamación, sí.

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