27 de marzo de 2013

Feldespato en la pasarela


Turbocrónicas
Feldespato en la pasarela
Marco Aurelio Carballo
Desconcertado, Feldespato observó cómo Angélica desaprobaba esa mañana de invierno de lluvia helada la combinación  de pants y abrigo. “Póngase aunque sea los vaqueros”, murmuró ella. ¿Aunque sea?...
Iban a una consulta médica y, si por ella hubiera sido, y también por la patrona, por la Princesa, él debía vestir de etiqueta. Nunca lo había hecho, ni pensaba hacerlo. La consulta médica  no era ni en Rochester ni en Monte Sinaí.
Él insistió y Angélica hizo un apenas perceptible encogimiento de hombros. Ella nomás obedecía órdenes. En Efecto, si no era porque, prudente, Angélica se abstenía de revelarle de dónde llegaban las indicaciones, Feldespato hubiera pensado que tenía no parecidos gustos a los de la Princesa, sino idénticos.
Entonces a él se le ocurrió: pants, gabardina y crocs. “!No!”, saltó Angélica. “La señora ¡Jamás lo permitirá. ¡¿Cómo se le ocurre?”
Porque era un provocador y porque durante años debió viajar a la tierruca, donde llueve seis meses al año. Es una ciudad desprovista de desagüe y él tenía que cruzar a pie las calles inundadas, echando a perder sus mocasines. Por eso  cuando llegó la moda de aquellos chatos zapatones de colores selváticos se dijo esa moda me acomoda. Entonces Angélica le preguntó: “¿y si la señora se enoja?” “Si se enoja, le recordaré una frase de Saramago”, dijo él. “¿Ya lo leyó?” Angélica estudia enfermería.
“Sí, en la prepa. ¿Cuál de sus frases?”
“Entre más viejo”, decía el maestro, “más libre y, entre más libre, más radical”.
“Viejos cascarrabias” , murmuró Angélica.


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