26 de mayo de 2015

FRAGMENTO 78

Turbocrónicas
FRAGMENTO 78
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Observaba lo improcedente de ciertas historias que se me ocurrían gracias a mis ejercicios imaginativos. Por ejemplo las autoconmiserativas o las autocomplacientes. De todo puede escribirse, afirmaban mis maestros. Se requiere verosimilitud, y tono y atmósferas convincentes. Pero es necesario el oficio. Confío en que puedo hallar la solución para escribir un libro de esas características si cuento la historia de tres mujeres abandonadas, pero empeñosas, luchonas, debido a que el jefe de la familia egoísta triunfa con la venta de un millón de ejemplares de su libro, en tres meses... En tres meses, para hacerlo creíble en un país donde se lee basura, decía el mismo Leo. Él, limitado a su revistilla.
Los criminales siempre actúan en desventaja ante la policía, descubrí cuando me puse a leer la nota roja, mientras maquinaba mi muerte a manos de Leo. El delincuente requiere de preparación y de talento para el crimen. Si carece de tales cualidades y permanece impune es porque los detectives no investigan. Sin que glorifique al criminal, lic. De eso me acusó Leo.
––No hay temple ––le dije––. Los empuja el hambre y se drogan. Si ustedes botanean para aguantar bebiendo, hacen rastrojo, dice tu amigo el Trepa, ¿qué aguante puede esperarse de un delincuente famélico, drogado con mariguana o con inhalaciones de cemento?... ¿Por qué le llamarán cemento?
––Dicho así, Petacona, pareciera que haces apología del delito.
––No ––le dije–– porque, igual, si a ese delincuente impreparado, le pones uniforme y le das una cachiporra, será un policía mediocre.
––Ah qué doña Petacas… Tienes cada idea…, y es tolete, no cachiporra.
––Tampoco es extraño si ese delincuente hecho policía, mejor adiestrado, delinque de nuevo. Le iría mejor como criminal.
––¡Párale, Petacona! Si te sigues de frente lo harás procurador, presidente.
––¿Por qué no? ––le dije.
Ahí acabó ese diálogo. Como él no había sacado el tema a colación, resultaba intrascendente. Volvió a concentrarse en su Selecciones. Debí ser directa. Decirle, a ver, hablemos de los grandes uxoricidios... Pero lo hubiera puesto alerta, je je. 

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