29 de enero de 2014

FRAGMENTO 17

FRAGMENTO 17
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)


 Cuando yo le preguntaba de su último año en Tuxtla Chico, mamá guardaba silencio. Embarazada, mi padre se desentendió de ella, lucubro. Él pudo haber sido un hijito de papá, mas igual el patrón y casado y con hijos y con varias amantes. Si mi padre era un cacique y mamá no quiso abortar, qué escalofrío, lo mejor para nosotras fue que ella se esfumara.
Habría sido fácil atropellarla en una calle desierta de haber reclamado equis derecho y mi padre fuera de entrañas diabólicas. Mi madre debió considerarse afortunada con su mudanza a la gran urbe. Las plazas de maestro, como los cambios de plaza, están al mejor postor en el mercado negro. Mi padre, en tanto buena onda, podría haber efectuado el trámite pagando con el consentimiento de mi madre, o sin su consentimiento, presionándola, acosándola.
Ella me llevó al registro civil del DF. No sé más. Mi nombre completo, lic, es Rosacruz Ruiz Ruiz. Son los dos apellidos de mi madre, doña Natalia. Ella murió sin revelar mayores detalles de su vida.
Mi única pariente pues, mi madre, está muerta. De mi padre supe vaguedades. Ni siquiera por presunción, mi madre admitió que él fuera alemán o español. Los hay en el Soconusco. Han poblado la región desde aztecas hasta chinos, japoneses, italianos, alemanes, árabes, franceses. También orientales, si bien de ellos no tengo nada en el físico. Aunque me encanta la comida china. Yo soy idéntica a una hermana de mi madre, según ella. Muchos huyen hacia el sur y se arraigan en el Soconusco atrapados por la feracidad de la región y por sus mujeres, según cuentan, o se siguen, avanzan más allá del sur del sur.

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