3 de abril de 2013

¿Otro día "D"?


Turbocrónicas
¿OTRO DÍA “D”?
Marco Aurelio Carballo
Para el lic. Julio C. Serna, con mi agradecimiento.
Cuando despertó, Feldespato recordó que acaso iba a vivir otro día como el 23 de enero cuando vivió el día D de su vida de siete decenios. Al contrario de tres meses atrás, ahora tomó conciencia de su miedo, casi pavor. ¿Y eso? Porque en su trabajo había ejercitado en exceso el músculo de la imaginación. Así que mejor ejercitaba la parte donde radica el valor. Bastaría un gramo, un punto por encima de su cobardía. Pero ¿y dónde buscarlo? En el cerebelo ya no estaba. Nunca le preocupó el sitio de la imaginación para aplacarla. Sin embargo los efectos devastadores de la quimio y de la radioterapia eran tan variados como paralizantes. Si se le caía el cabello a racimos le importaba un diputado federal y dos locales. Iba a leer el instructivo de las cápsulas de la quimio. El miedo surge de lo desconocido, se dijo. Además, el doctor Rodea del IMSS desestima los mitos que satanizan esas terapias. Lo cual anima a quienes no temen los efectos colaterales por no imaginarlos. Pues ¿cuál será el efecto de un fogonazo de rayos equis en el cerebro? Recordó al dentista que corría a parapetarse tras una plancha de metal antiatómica cuando le tomaba placas al paciente para ver el estado de una muela desvencijada.
Pero Feldespato tenía que abreviar al contarle a sus críos. Iba a decirles que se le ocurrió una idea intuitiva, de las recomendadas por sus compas de arma y esa fue que “no” se trataba de otra cirugía cerebral, sino de una curación, y Así disipó el miedo.
Al salir de la primera sesión de radioterapia, su princesa le preguntó qué tal. “Rápido y sin dolor”, respondió él. Pero más le satisfizo volver a casa con la toalla de mano, limpia. La llevó por si el Temodal, la quimio, le provocaba náuseas y vómito. Se hubiera sentido pésimo si hace su numerito ¿Y? ¿Buscó en alguna parte de la panza la clave de la firmeza estomacal? No. Sólo se encomendó a la voluntad de su ser superior, como aconsejan los compas del arma. Callaría un cuento “duro” para su nueva colección. El personaje descubre que, al fallarle el pulso al radioperador, le radian una zona imprevista y le dejan “aquellito” con forma y tamaño de un dado. Horror de horrores.

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