25 de septiembre de 2013

FRAGMENTO 2

FRAGMENTO 2 de
 “El último protomacho, creativo y perfeccionista en el país de las colas sin fin y las narices de mango” , novela  de

MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)


Conocí al ahora difunto, a Papito Leo, cuando yo moría por ser poeta, lic… Se lo cuento para darle el contexto en el cual murió. Aunque pudo matarlo un susto antes del segundo ataque, esa vez al corazón. Porque si el primero, dos años antes, fue al cerebro y lo dejó en silla de ruedas, el segundo lo recibió en el meritito centro del corazón. Moría por ser poeta, y para serlo, no se necesita la universidad, aunque sirva de cultura general y para especializarse en letras y aprender a investigar esa materia. También para establecer relaciones a futuro, las que propician el exitoso desempeño de la vida profesional. Mas nos comimos la torta antes del recreo, una expresión desagradable.
 Casada, ya no escribí. Por la pérdida de la vida apacible con mi madre y la pérdida de mis sueños, lic, no por dejar la escuela. Mis sueños despierta. El matrimonio me cortó la inspiración. Debí esforzarme, pero los poetas no se esfuerzan, se inspiran. ¿eh? El matrimonio me inspiró a no escribir poesía.
Tuve otra clase de inspiraciones. pesadillas despierta, como suicidarme o cargarme a Leo. Ese verbo, cargar, aplicado así, me gana, lic… También las pesadillas de incitar mi alcoholismo y el de mis hijas. Vivía de depre en depre, rehusándome con denuedo  a seguir los pasos de Leo. La depre lleva al alcoholismo y yo, eufórica con las cubas, lo ignoraba.
Quise escribir un diario de todo cuanto me sucedía de casada porque cualquier esfuerzo en prosa hasta es indispensable. Pero abatida, sin ánimo de llevar esa clase de bitácora, una vida sin chiste, empecé a transcribir los monólogos de Papito Leo. No, no me contradigo. Fue a manera de catarsis y de ejercicios de redacción, lic. Él pudo desentenderse de mí, manos en la cintura, pero me atendía, monologando, él.
No, no me casé por mi embarazo. Papito Leo me ofreció matrimonio en un arranque de pasión por Lilia Prado con quien soñaba desde la niñez. La de Papito Leo, claro. Yo le recordaba a la actriz, en La ilusión viaja en tranvía, dirigida, como usted sabe, por el maestro Buñuel. Después le recordé a otra mujer o a otras.


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