Gustavo Gonzalí Mayoral
Hace
muchos años un icono de la literatura mundial el irlandés James Joyce,
autor de la célebre novela “Ulises”, publicó un libro que pronto se
convirtió en un ejemplo de lo que se puede considerar buena literatura:
Dublineses. Este libro fue editado en 1914 y contiene 15 relatos sobre
la juventud del autor allá en las inmediaciones de Dublín, capital de la
república de Irlanda. A pesar de que pronto cumplirá los cien años, el
libro de Joyce se sigue leyendo, porque es irremediablemente bueno; es
la memoria de un pueblo. Ahora, estoy seguro que “Soconusquenses”, de
Carballo, es un libro que gozará de lectores durante mucho, muchos años.
Más años quizá que Dublineses.
“Soconusquenses”
es un libro de crónicas y semblanzas, poblado de personajes, pero sin
duda el gran personaje es la propia región de Soconusco; a través de los
protagonistas costeños podemos entender esta tierra llena de
contrastes. Cada crónica de este libro es una tajada de tiempo
atiborrada de vivencias. Cada semblanza es un trozo del alma de nuestra
tierra; es la experiencia de su gente. Es la memoria estética de lo que
fue Soconusco y ya no será. La vida se queda flotando en ese mar que
llamamos memoria, que como un asidero, nos permite aferrarnos al
recuerdo para no naufragar en un cementerio de ilusiones, eso es
“Soconusquenses”.
En
sus páginas desfila nuestra cocina, nuestras costumbres y el uso que le
damos a las cosas, tanto como el entusiasmado tributo que rendimos a
Baco; ahí está el aire caliente de la Costa y el de la montaña y sobre
todo, el carácter de los costeños. Ahí está Soconusco con todo su
universo de vivencias.
Si se reconocen las bondades de este libro, es justo reconocer el esfuerzo del autor.
En
nuestro escenario cultural, hace ya varios años que Marco Aurelio
Carballo, MAC, figura como una de las mejores cartas en nuestro estado.
Para lograr esa posición, sin duda, ha tenido que hacer esfuerzos
desgastantes que no cualquiera puede o quiere afrontar. Lograr un reconocimiento permanente y durante años, hace la diferencia.
A
mí me parece que MAC ha pagado el precio de su fama. Hace treinta y
cinco años publicó su primer libro en la Editorial “El Mendrugo”; su
título “La tarde anaranjada” con pastas de cartón y páginas de papel de
estraza. A partir de entonces ha escrito 24 volúmenes. “Soconusquenses”,
no es el más reciente, pero no se había presentado acá, en su tierra.
De
muchas maneras escribir es un oficio incomprendido; la mayoría lo
entiende como un pasatiempo y supone que quien escribe nació con un
talento privilegiado que le permite tener buenas ideas y en consecuencia
las puede transferir al papel. No es exactamente así; ni siquiera es
necesario tener “ideas maravillosas”. Es evidente que la idea no hace al
escritor. Es el escritor quien hace grande a la idea.
La
tarea del escritor es que los pensamientos que se le ocurren sean
claros y atractivos; de lo contrario no habrá lectores. Esa es la clave
de la buena escritura.
Y
para que los textos sean interesantes, sólo se necesita quitarle los
ripios, lo innecesario; libre de lo inflado y lo confuso; es decir, sin
incongruencias ni repeticiones y libre de una sintaxis torcida que haga
que el lector en lugar de entender con claridad, alcance nada más a
interpretar. Si el lector está tratando de entender, pues lo más
probable es que abandone la lectura o haga una mala interpretación.
Los
vicios y las incorrecciones en la escritura se me figuran bichos
perversos creados para hacerle la vida imposible al escritor.
Solecismos, aliteraciones, cacofonías, queísmos, etc., son seres
informes escondidos detrás de cada palabra, de cada línea o frase con la
perversa intención de corroer el trabajo de quien escribe. Dicho de
otra manera y recurriendo a las propias palabras de Carballo: hay que culiatornillarse
a la silla frente al ordenador y escribir y corregir; y otra vez,
escribir y corregir. Sin duda, es una tarea de locos, pero apasionante y
terapéutica. Un escritor tiene necesidad de escribir y si no manda sus
pensamientos al papel utilizando herramientas
como la crónica, la semblanza o la novela se expone a sufrir un
congestionamiento mental de impredecibles consecuencias.
Gracias
MAC por tomarte la responsabilidad de preservar nuestra cultura
literaria; ahora sólo esperemos que las autoridades competentes y las no
competentes promuevan nuestra literatura —que sin duda es el alma del
pueblo— tanto como promueven
nuestras riquezas agrícolas y turísticas, sin perder de vista que
nosotros, los lectores, lo menos que podemos hacer es echarle una mano a
nuestra cultura. …
Texto leído en la presentación del libro de MAC “Soconusquenses”.
El conspicuo Alfonso Reyes dijo alguna vez que el escritor debe lidiar entre el fondo y la forma. Sin forma solo hay buenas ideas para contar, nada más. De uno y de otro está hecha la literatura, donde estriba creo yo la estética y originalidad que sorprende.
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