12 de octubre de 2009

TURBOCRÓNICAS
Llámenme Cheque

Al Cheque lo quiere todo el mundo, dijo Carlos, compa de equipo de mi hermano Enrique. Equipo de fut y de empinar el codo, luego del partido como sucede en Inglaterra y en Barcelona. Carlos y Enrique son personas sencillas. Ya quedamos pocos, je je. Hasta quienes no quieren al alcalde lo quieren, me dije al imaginar a sus adversarios políticos del mismo partido. Sucede igual entre panistas y perredistas.
Les había platicado a Enrique y a Carlos que Gustavo Gonzalí celebró su libro “Duro de olvidar... ¡me cae!” con “un borreguito”. En la tierruca feraz nacen enormes, y alcanzó para siete hijos y siete nueras y nietos y media redacción de “El Diario del Sur” y para el colega Francisco Solares. También para el recalentado. Gusgús lucha en el “El Diario...”, porque al Soconusco se le quite el artículo pues le parece majadero, sin que le importen las razones gramaticales. En la polémica Enrique García Cuéllar, el director, propuso las mayúsculas: El Soconusco. ¿Por qué no pedir el arbitraje de la Real Academia Española de la Lengua?
El alcalde Ezequiel Orduña llegó al banquetazo del borreguito, manejando una camioneta abollada y de vidrios polarizados. Sin guaruras. ¿O estaban en las azoteas como zopilotes en remojo pues caía un pijazo de agua? Llamado Cheque por sus cuates y por el pueblo, le entró al colocho mamífero rumiante aunque tenía otra comida. Sentado le observé al funcionario un vientre de regular expansión. Debe ser porque no es muy alto. De tez blanca y lampiña y labios abultados, peina con gel y hacia atrás su cabellera lacia y negra.
Parte de su niñez narró el próximo gobernador nacido en Tapachula. Cuando su padre los animaba a él y a sus hermanos a que aprendieran el negocio del transporte de pasajeros. Pronto aprendieron y ningún chofer se atrevió a engañarlos. En la juventud, les aconsejó no manejar semibolos y pedir un taxi. Esto es, educación civilizada, ajena para la mayor parte de los padres soconusquenses. Amorosos coscorrones, dulces cachetadas, pitutazos al lomo.
En la presentación del libro, el alcalde había leído un texto, engargolado, la tendencia. Mi hermana María Eugenia preguntó extrañada si leyó porque una cortina de pequeños ramilletes de flores frente a él le impidió darse cuenta. Ese no es problema, dije. Siempre les escriben los discursos. Pero este alcalde lee mejor que el presidente angloguanajuatense, para quien Borges debe pronunciarse Borgues.


GARBANZOS DE A LIBRO

René Avilés Fabila
Cada uno trae y lleva dentro
su propio Demonio

En una sala llena, con gente de pie, René Avilés Fabila (1940, DF) presentó su libro “El evangelio según René Avilés Fabila” (La Mosca Muerta, Plan C Editores). Confesó que como la mayoría de los mexicanos tuvo una educación religiosa dentro del catolicismo, pero que la lectura de la Biblia lo atrapó y al paso del tiempo lo llevó a escribir este libro. Desde luego, no se trata de un texto religioso. A partir de acontecimientos narrados en los textos bíblicos, el autor ha hecho reflexiones la mayoría cargados de humor. En la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, lo acompañaron en la presentación Óscar de la Borbolla e Ignacio Trejo Fuentes, así como el editor Bernardo Ruiz que actuó de moderador. René Avilés dijo que “no hay un Demonio para todos”, que esté lo mismo en Viena que en París o en Tapachula. “Lo que tenemos es un demonio personal, uno que va dentro de uno mismo”, afirma. El texto titulado “Una razón para no creer en Dios”, Avilés Fabila escribe: “Si el Cielo o el Paraíso es el lugar sublime, hermoso por excelencia, y Dios la perfección de la belleza, la bondad y la sabiduría, ¿por qué los creyentes se resisten a morir?”

LOS GARBANZOS

A propósito de su nuevo libro “Ficciones de la Revolución Mexicana” (Alfaguara), Ignacio Solares declaró: “La ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia. A la historia también hay que ponerle imaginación para entenderla y enriquecerla”... El escritor turco Orhan Pamuk (57 años), Nobel 2006, dijo que la escritura de su libro “El museo de la inocencia” (Mondadori) lo ha acompañado en momentos importantes y otros muy difíciles. “Me ha hecho feliz”, dijo. “Me ha ayudado a sobrevivir y gracias a ello soy mejor persona”... “Una de las características de los editores independientes”, declaró Jorge Herralde, director de Anagrama, “es que apostamos por el fracaso, aunque a veces nos llevamos sorpresas. A mí me ha pasado con Patrick Modiano. Fue publicado por buenas editoriales y tuvo buenas críticas, pero pasó sin pena ni gloria. Leí ‘Un pedigrí’ y me gustó mucho y lo publiqué, aun sabiendo que no vendería. De la siguiente ‘En el café de la juventud perdida’ vendimos 12 000”...

1 comentario:

  1. Ay, sí, pobrecito Herralde, hay que apoyarlo, es un desconocido, un independiente.

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