CRISIS VII
Viernes 16 de octubre del 2009
En el vagón del Metro, sentado, releo Muerte en Venecia, de Thomas Mann, novela cuajada de adjetivos. Frente a mí un muchacho dormita, doblado sobre sus piernas. Mal síntoma. Una pareja de jóvenes toma asiento a un lado. Se beben los alientos.
El muchacho adormilado está ya en la puerta. Junto a él, yo. Sigue la estación Portales. De súbito oigo un chasquido estruendoso como estornudo. Ha lanzado un chorro bucal vs. la puerta.
Me preocupa el blazer que llevo sobre el antebrazo izquierdo. La bolsa está demasiada abierta, observo. Veo el piso. Jugo de naranja. Contraindicado en la cruda pues lo rechaza la gastritis alcohólica.
El joven con su novia saca de la mochila un rollo de papel de baño. Delgado y alto. Enormes lentes oscuros. Barba rala de tres días. Corta un pedazo largo, lo dobla en tres y se aproxima al enfermito, y le extiende el papel. Toma, le dice.
La pareja me ve con reproche. ¿Porque estoy más preocupado por mi saco? Meteré la mano en la bolsa ya en casa. Es el único, digo, mostrándolo, y se me acabaron los klínexs. Sonríen. No es una sonrisa de desprecio, tampoco de comprensión plena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario