Sábado 10 de octubre del 2009
Al ver que en aquel pequeño puesto había duquesas me fui de boca. Junto con los higos son los dos postres más exquisitos paladeados en mi vida hedonista. La tortilla de coco dorado y la blancura, consistencia y sabor delicados de su contenido me producen una especie de éxtasis. Era sábado. Entre semana, desaparecen de Coyoacán.
Doce pesos, contestó la chica a cargo. ¿Ya subieron?, pregunté, babeando. Es que son muy difíciles de hacer, dijo encantadora, a pesar de su dentadura blindada. Costaban seis, dijo Petunia cuando le platiqué. Hace seis años, le dije, y no las hallo si no es sábado o domingo. Te vieron la cara... de turista, dijo ella. Pues turista de la Del Valle o de la Portales, me defendí.
Al siguiente sábado caminé a paso redoblado al puestecito, a una entrada del mercado. Estaba un joven. Hermano de la chica, me dije. Pagué con un billete de a veinte. Me devolvió diez. Te lo dije, dijo Petunia. La mujer esa te vio como de San Ángel.
Hace tres sábados que veo a cargo a la chica y no me atrevo ni a regatear ni a discutir con ella. Me aguanto y entro al mercado y compro higos, que siempre hay. Ni sé si me transan o no. Ya no vuelvo a preguntar de antemano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario