24 de junio de 2014

FRAGMENTO 37

Turbocrónicas
FRAGMENTO 37
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Para la doctora Bárbara Nettel y para el doctor Rodea, genuinos médicos humanistas de Neurología y de Oncología del IMSS.


Leo fue de menos a más con sus parientes. Primero habló del robo de la tienda de su padre y guardó para el final los hurtos de los primos y los recuerdos de su confinamiento en la correccional. También que el tío lo hiciera vender periódicos y le robara las ganancias. El sobrino debía pagar su propio sustento en casa, según el viejo.
Después de media docena de cubas, Leo echaba en cara a los primos que hubieran callado en cada robo. Justino y Rutiliano se retorcían de vergüenza. Eran los primos quienes le robaban al papá, concluí. Mejor dicho, al papá de Leo, verdadero dueño de la tienda. Pero siguieron visitándonos. Muertos de vergüenza, ahí estaban, ¿ajá? No los entendía.
Trataron de justificar al padre diciendo que la tienda quebró porque abrieron  cerca un Oxxo, un Seven Ileven, etcétera.
“La quiebra afectó a papá” dijo Justino, el primo gordito y de barba de chivo, porque entregaría malas cuentas al hermano, a tu padre, Leo.  
“El tío empezaba a beber cervezas y remataba con aguardiente de caña”, dijo Leo”. Bien. Allá él. Pero ¿por qué mandarme a vender periódicos, con norte o sin norte?”
El primo gordo y de barbita, Justino, recordaba nostálgico esa etapa gozosa de la venta de periódicos.
“Claro “dijo Leo”, “porque ustedes no le daban las ganancias. Yo sí”.
Berta y Marta permanecían calladas, examinándose las palmas de las manos entrecruzadas sobre el regazo, sin escarbarse las uñas como la Gandini, cual si, la echada en cara y amonestación, fueran para ellas, sin vela en el entierro como se dice.

Después de eso, los primos no regresaron, acuciados quizá por sus respectivas... ¿Cómo iban a regresar si recibían aquel trato grosero del malagradecido primo? Pero antes hubo otro conflicto entre Leo y una prima.

17 de junio de 2014

FRAGMENTO 36

FRAGMENTO 36
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Así aplacaba Papito Leo su fuego interno. Le daba pie y arremetía.
“Cuando aprendas harás un robalo a las yerbas finas… Hoy compra carnitas y chicharrón... Mis primos terminaron achilangados con esas lagartonas”.
Nos llevaban pastel. Sabían cuánto le gustaban a Leo o querían  infartarlo. Se necesita una mente perversa y en ellos no la hay, si observé bien o lo disimulan, perfectos. Pueden ser unos resentidos con Papito Leo, no perversos. Buscaban agradar. Quizá ellas obedecían órdenes… “¿Qué le llevamos a ese cabrón?”, podía decir Justino o Rutiliano, dado el trato recibido y que eran porteños. Pastel “para que se atragante”.
Los primos son uno gordito, el mayor, Justino, usa barba de chivo. Alegre, sí, parece de Veracruz. El otro, Rutiliano, menor, taciturno, flaco y de mejillas picoteadas por el acné. La menos callada es mujer de éste. El primo gordo, Justino, y la delgadita Berta, y el primo delgado, Rutiliano y la gordita alegre, Marta.
No fuimos a casa de ellos, lic., menospreciados por resabios contra el tío y por comerciantes, propio de gente ambiciosa y mezquina, según Leo.
“Compran a peso y venden a cinco, a diez si te amensas”, dijo Leo cuando pregunté de su desdén. “Es el gran talento de esa yunta”.
Igual  por su  fracaso en la Plaza Coyoacán. “no sirvieron ni pa’ venderles chiles a los pequeñoburgueses”, decía el abogado. “¡En Chilangolandia! Pero a lo imposible nadie está obligado”.
“¿Prefieres que las maneje el gobierno, ya sin capitalismo?”
Leo pestañeó sin contestar... pregunta improcedente o intrascendente. Propia de subnormal.
Ebrio, echaba en cara a los primos que el tío Clemente se quedara con la tienda de abarrotes. Había callado que Justino y Rutiliano hurtaban pequeñas sumas de dinero sustraídas de la gaveta. Leo habló cuando la policía lo detuvo al desaparecer fuerte cantidad. El tío se negó a creer rateros a sus hijos.
“Con el primer hurto  debí denunciarlos”, “dijo Leo. “Intuí que ser soplón no es motivo de orgullo”.
“Qué solidario, ca”, dijo el Trepa.
“Elemental” .
Tendrás excepciones, Leoncito.
“¿Tú sí?”
Si un cretino usa el celular en pleno vuelo, ¿lo denuncias?”

“Si yo fuera un suicida, no”.

3 de junio de 2014

FRAGMENTO 34

TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 34
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

hubiera querido platicar con la vecina  de nuestros propósitos y vida cotidiana. De sus problemas, no de seis mil millones y pico de terrícolas. Micro, no macro. ¿Me entiende, lic? Disculpas. La Gandini le concedía a Leo la razón. Era una sometida, a quien iba a salvar del infierno doméstico. Quería en sus filas a Papito Leo y, de paso, que él me arrastrara. O desquiciarlo, provocarle un infarto. ¿El crimen perfecto, lic? ¿Semejante al que intenté con Hércules desnudándome ante él?
Me gustaría pedirle a la Gandini respeto a la libertad de pensamiento, lic. Sigue enviándome propaganda. Su misión no terminó con Leo. Falto yo. Ahora la cosa es entre las dos, y ¿Con qué o con quién la entretengo? ¿Con Hércules? Me tiene una sorpresita, dice, y no estoy para sorpresitas.
Leo y yo coincidíamos en otros ataques de neurosis. En la falta de respeto al espacio vital. Hablo, Lic, de quienes acercan la nariz para hablar. ¿Miopes sin gafas? Los despatarrados en los microbuses. ¡Los choferes embrutecidos con el radio a todo volumen! Nada tengo contra la música popular. En cien años, los tataranietos de esos rumberos o salseros de vecindario del altiplano, según Leo, llegarán a la música sinfónica. Mas ¿por qué debo oír de modo ensordecedor y a güevo, diría él, perdón, lo que detesto? Hablando, lo escucho a él. Su malvada influencia…
Si hay algo peor es que no me permiten pensar. ¿Por qué coincidir con ella? ¿Por qué, si respeto su lucha, no respeta la mía? Libre del todo, lo cual significa libre de Leo, si me permite el diálogo, hablaré de esas faltas de respeto. Tras el infarto de Leo, cuando intercambiamos correos, nos referimos a la situación de Papito  Leo, a partir de que huimos mis hijas y yo de casa. Lo cual es un decir porque yo limito a la vecina a ese tema.

Ella ni siquiera lo veía actuando en actos de su vida disoluta, aquelarre entre cuatro paredes. Sin duda, imaginaba lo peor luego de la llegada del Trepa al apartamento, en sus visitas a Leo, o de oír el ruido de los encierros. Ignoro si con mujeres.