FRAGMENTO 45
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Los amigos Hacían visitas de médico a Papito Leo, me contó la
vecina, la señora Sandini. Ya sin vituallas, ausentes mis hijas y yo. La señora
de Sandini le deslizaba el sobre de la iguala por sus servicios de abogado,
debajo de la puerta, o eso dijo ella. Leo se negó a seguir viéndola. ¿Qué había
sucedido la noche de los hielos?, me pregunto. Al volver yo, ahí estaba la ambulancia. Leo volvió en silla de ruedas.
––Hijos de perra ––dijo
cuando yo aún vivía con él––. Les sacié la sed y maté el hambre sexenios, y hoy
me dan limosnas. De la Verguini no quiero hablar… El apellido es Sandini,
nuestra vecina, Rous, pero la rebautiz ó, majadero.
El Trepamoders lo visitaba y
le llevaba ron, pizzas. papas fritas. La juerga era de viernes a domingo,
contaba la vecina en sus correos. Escandalizaban con la tele y con gritos si
había nocaut o anotaban carrera. Ningún vecino se quejó. Sabían que Leo era de
armas tomar, como dicen. Yo había atestiguado sus reacciones nacas. Reacciones
chacas, diría doña Juanita, mi compañera de trabajo. Los vi pataleando y gritando,
grotescos, como porristas clasemedieros, de camisa almidonada y corbata a
rayas, y bostonianos y calcetines, ebrios con jaiboles o cubas. Tras mi fuga,
si quebraban los vasos y platos allá ellos.
Según Rous, el Trepa se
quedaba a dormir si había mujeres… Me importó un diputado matraca, ¿ajá? Al
contrario del criterio elemental de doña Juanita, a Leo, hombre de mundo, empuercó
su casa. Las mujeres eran para el Trepamadres porque, luego de su enfermedad, a
Leo ya nada de nada, ¿me entiende? Perdón… ¿Interactuaban el Trepa y su puta en
presencia de Papito Leo? No era de esos. Creo. Solo que tras oír el toc toc de
la muerte se quitara el saco de la moral, como uno de su maestros, y sin mi
presencia.
––Disponemos de cincuenta
metros cuadrados ––dijo cierta vez––. ¿Por qué las encuentro a cada paso en mi
espacio vital? Ad nauseam…¡Muévanse o
las disperso a periodicazos!
Él vio a sus hijas, inclinado
hacia ellas, ojos fuera de órbita, puños a la cadera, los pulmones batiéndoles diafragma
y panza por su respiración anhelante. Al verlas petrificadas ante el energúmeno
rabioso, las alejé.
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