12 de agosto de 2014

FRAGMENTO 44

FRAGMENTO 44
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Cierta vez, nuestra hija menor, Yolanda, puso en evidencia a su papito Leo ante el Trepa. Sin pretenderlo, claro. Ella todavía no le daba de toletazos al amiguísimo de su padre. Ignoro de qué estaban hablando. De repente Leo llamó brucelosis a equis enfermedad a partir de los síntomas.
––No, papá ––le dijo Yoli––. Es la toxoplasmosis y la transmiten los gatos. La brucelosis es otra cosa.
El papá se quedó helado y fue amoratándose poco a poco.
––Ah que niña recagona, ¿quieres enseñarme tú a mí? ––dijo por fin.
––No, solo sacarte del error ––dijo Yoli, tranquila.
––Tú a mí ¡no me sacas nada! ––gritó Leo, manos a las caderas y empezó a caminar de un lado a otro, bufando––. Te prohíbo terminantemente interrumpirme y darme clasecitas. Las clases las imparto yo.
De los amigos solo había llegado el Trepa. Siempre era el primero. Él escuchó en silencio la enmienda de Yolanda y la respuesta del padre.
––Leoncito, ella tiene razón, si no ¿para qué estudia veterinaria? ––le dijo––. Debieras estar orgulloso, ca/… ¡Salud!
Mi marido sacó su tubito de crema para los labios. Se dio dos, tres pasadas con furia y volvió a su asiento.
––Salud ––le dijo a su amigo––. Pinche escuincla.
Ahí pudo acabar todo, pero no. Leo tardaría semanas en dirigirle siquiera la mirada a su hija menor. ¡Tómela, don Sabelotodo!, me dije esa vez. ¿Cómo le quedó el ojo? Aunque, en efecto, como él era rencoroso ¿iba a vengarse de su hija?


No hay comentarios:

Publicar un comentario