26 de septiembre de 2012

TURBOCRÓNICAS



Los Cacasenos

En efecto he acuñado media docena de frases, Juan José Flores Nava. El Rayo Macoy tenía decenas. Sirven para los diálogos de un cuento o novela. El defecto profesional de un reportero es acreditarlas,  por escrito o de manera oral. Por respeto, porque los ladrones son repugnantes y debido a las denuncias de plagio. Mejor perfeccionista que Cacaseno.
Esa de “ahora reporteo la vida” es mía. De mi inspiración, je je. Casi me voy de espaldas cuando alguien escribió que él hacía lo mismo tras escuchársela a Fernando Benítez (FB). Con este maestro coincidimos en unomásuno y en un anteproyecto de diario. Nunca le escuché nada semejante. Incluso el Cacaseno aludido tiene escasas horas de vuelo como reportero. Si mis encuentros con Benítez hubieran sido continuos nada extrañaría que el subconsciente me hiciera la mala jugada de terminar suponiéndola mía. Habérsela endilgado a FB es trivial. Me queda claro que aquél cuate no es reportero. Quizá FB hubiera rechazado la acreditación. Como periodista reclamó premios de reportaje y de artículo, no de simple reportero.
Esa clase de frases surgen sobre la marcha. Aunque terminen de frases hechas con los años. Veré si Cacaseno le halla padrastro a la que redondeaste y mencionas en la entrevista  y que sintetiza la diferencia entre narrativa y periodismo, pregunta recurrente de los colegas de cultura: “Escribir novela y cuento es reportear la vida. Ser periodista es reportear las fuentes”.
Incluso fíjate que utilicé el título de dos columnas: “¡En esta esquina...!” para el Diario de México dirigido por Jorge Villa Alcalá, ya fallecido y “La vida en rojo” para las páginas de René Avilés Fabila en Excélsior. Bueno pues se las fusilaron. Cuando alguien me pasó el dato sugirió que las registrara en derechos de autor, y contesté con una frase de Carlo Coccioli: “Prefiero que me corten un dedo a hacer un trámite burocrático”. Tampoco presumo de ingenioso porque han cambiado la mayoría de los títulos de mis mamotretos.
A manera de ejercicio utilicé seudónimos como nombres de personajes. Cacaseno II me pidió uno. Prestado, le dije. No, regálamelo. Pos ai’tá, le dije. Me arrepentí porque escribía de la patada. Puedo revelarte el seudónimo: Cuauhtémoc del Valle. Total, Cacaseno II nunca firmó nada con su nombre. No volveré a hacerlo. Saludos, Juan José. La entrevista te quedó de puta madre... Esos recuadros distinguen las páginas del maestro Roura.


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