12 de septiembre de 2012

TURBOCRÓNICAS



El saraguato mojarra


Para mi compa del arma Jesús Rodarte
por su pronta recuperación.

Gracias por la mención en tu artículo, maestro René Avilés. Medio mundo habla ahora del sentido de pertenencia, tema, confieso, que me importa un diputado matraca. No sólo no soy del DF sino tampoco de Chiapas, sino del Soconusco, franja entre la selva y el Pacífico, roturada por una veintena de ríos. Soy costeño, selvoso y subacuático. No pertenecí ni siquiera a las cantinas de mi pueblo, sino a una cervecería, La Mesa Redonda. En el café La Habana del DF los colegas habituales de los años setenta, ajenos a las seis redacciones en las cuales había trabajado, me nacionalizaron ¡dominicano!, según el periodista Abraham García Ibarra. Aunque se equivocaron por unos cuantos cientos de kilómetros y otras tantas millas náuticas, les reconozco intuición reporteril porque me veían prieto, brazos de saraguato y comiendo mojarras todo el tiempo.
Tampoco sentí ser economista ni periodista si yo ambicionaba escribir historias. Soy reportero, oficio aprendido sobre la marcha, y aspirante a narrador aunque haya publicado una docena de libros correspondientes al género, de acuerdo con mi  pretensión contumaz. Elena Jordana hizo el favor de publicarme “La tarde anaranjada y otros cuentos” (El Mendrugo, 1976), en papel de estraza y pastas de cartón. Tú los seleccionaste de entre una docena. El malvado de Antonio Andrade  preguntó si era de la editorial Conasupo cuando lo presenté en mi apartamento de divorciado, presentación a la cual asistieron Enrique Loubet junior, Rafael Cardona, Miguel Ángel Rivera y Roberto Vizcaíno, recién salidos de Excélsior. Y mi primer mamotreto, “Polvos ardientes de la Segunda Calle” (Mortiz, 1990).
Si soy del verano del 42, je, ¿pertenezco a la generación del 40? En cuanto al calendario así es y al rock y a haber leído a la mayoría de los escritores de “la onda”, pero ¿quién iba a reconocérmelo? Detesto a los advenedizos. Así pues traté de dominar dos oficios para cuyo ejercicio nadie te da título. Pagés Llergo me hizo ver a quién o quiénes pueden reputarse periodistas y yo quedé en noventa o noventa y cinco por ciento de lograrlo. Gracias a ti puedo considerarme parte la generación del 40. Si me tildan de arribista diré reclamos al Águila Negra...

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