13 de junio de 2012

TURBOCRÓNICA



El foto-artista
Como todos, Héctor García (1923-2012) tenía sus peculiaridades. Supe de una cuando se abrió la puerta de la dirección y entró él por delante y atrás el CDG, como le decían al director los reporteros ingeniosos. Ignoro donde había comenzado la plática pero terminó ahí. Lo que sé, dijo el director, es que eres nada político. Serénate… Héctor se despidió. ¿Cómo pedirle a un artista que fuera políticamente correcto? Yo estaba ahí de casualidad.
A fines de los 70, empezaba a oírse esa expresión y, de haber estado de moda, el CDG la habría utilizado con su sarcasmo habitual. ¿Cuál era el problema de Héctor? El de los demás fotorreporteros, lucubro, porque el jefe de ellos era jefa, criticada y descalificada. El periódico se las daba de postmoderno y entre sus postmodernidades estaba el que las reporteras cubrieran todas las fuentes sin distingos y, en cuanto a los “foto”, una alemana era la mera jefa.
Christa Cowrie (CC) hablaba el español con leve acento y era guapa, vegetariana y abstemia. Dietas ligadas de modo indisoluble, imagino. Pero ¿cómo aguantar media docena de jaiboles nada pálidos, como los del reportero René Arteaga (RA), si no era con una botana sólida asentada en las tripas? Podría ser buena “foto”, aceptaban los compas, mas ¿para jefaturar a un piquete de fotorreporteros de todas las calañas? CC y RA viajaron a la costa de Chiapas a hacer un reportaje. René contó que mientras Christa iba al lavabo él pidió un caldo. Cuando ella vio el potaje salivó y preguntó qué era. RA le respondió al tiempo que, con una cuchara, sacaba del tazón una tortuguita. CC palideció y se fue de espaldas porque RA detalló que el casquito era arrojado vivo al caldo hirviente.
A Héctor García le hubiera dado igual porque nació en la Candelaria de los Patos, cayó en el Tribunal para Menores y cuando fue bracero descubrió que sería fotógrafo. Usaba una cámara tamaño casquito y si le preguntaban decía que, telefotos, quienes cubrían futbol. Era un artista de la lente sin más exigencias que tener la luz a su favor. Así que ¿cómo ser políticamente correcto? Pero el CDG también lo era porque escribió novelas y en el exilio lamentó haberle echado en cara supuestas bribonerías a un secretario de Estado. Un caballero que tanto lo había ayudado en su proyecto periodístico. Con un agravante, el hijo llegó a ser presidente de la República. Artista, sí, pero demasiado intrépido.




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