Lenguaje como de mafia
El habla de la autodesignada
clase política es críptica o cantinflesca, ingeniosa o simpática. El priista veracruzano
Jesús Reyes Heroles (JRH) tenía buena prensa porque era accesible y por su sentido
del humor y lenguaje nítido. La forma también es fondo ha sido su frase más divulgada.
Así como para un roto no falta un descosido, por cierto, a él no le faltó el
marcaje de un envidioso que atribuyó la cita al filósofo español José Ortega y Gasset
(JOG). Sin duda JRH la acreditó cuando lo juzgó necesario, de ser cierto, porque
esa supuesta clase está compuesta por caballeros, je, quienes nomás se dedican
al oficio o profesión que conocen. Cuando menos JRH siguió el consejo de JOG de
que la claridad es la cortesía del filósofo.
Viví el tiempo de cuando floreció
la entrevista en la banqueta de cemento armado. No la inventaron los
reporteros, sino el sistema al importar el modelo gringo del jefe de prensa y su
férreo control para sellar el pico flojo de los grillos. Así que, mientras JRH
llegaba a equis reunión, le cerré el paso driblando a oficiosos guaruras
habilitados y le hice la pregunta. ¿Cuál? Importa la respuesta. Lo que diga mi
dedito, contestó JRH y lo meneó de un lado a otro (No) o de arriba abajo (Sí). No
importa cuál fue el movimiento exacto. Importa la frase y sea o no sea frase
hecha, sino dicha por el presidente del PRI (1972-1975). ¿Mala respuesta para
el reportero-abeja que planea, cae en picada zumbando, pica y se va a todo
trapo con su presa? ¡No! Era magnífica y mejor aún para el cabecero del
periódico. La respuesta forma parte de las ocurrencias políticas y la citan y
celebran el humor de JRH (1921-1985), a quien los mamacallos hasta le llamaban
“don”.
El lenguaje de esos entes atrae
aunque sólo sea para hacerme bolas. Digamos los adjetivos endosados al voto.
Voto útil, voto del miedo, etcétera. Tema para iniciados. Eso de que los
periódicos son para el obrero y para el profesionista es mera teoría. No hablo
de la declaracionitis, lacra ancestral, según cierto periodista español, caído
de espaldas cuando leyó nuestra prensa y ubicó el atraso en tiempos de la
colonia. Desde los años setenta del siglo XX, Julio Scherer García y Manuel
Becerra Acosta hijo combatieron el vicio, me consta, con magros resultados. Pero
yo, lector, no pido demasiado porque enterarse de los antecedentes y de la actualidad
de ese lenguaje no es la gran ciencia, ni siquiera exige sumar o multiplicar. Cae
en lo que se regodea tanto el emisor como el receptor, la declaracionitis.
Ejemplo: Habría doscientas
preguntas para el primer debate y, como si participaran en la rifa del pollo, cada
candidato sacaría del recipiente una por tema. ¿Y quiénes hicieron las
preguntas?, ¿y por qué ellos?, ¿y por qué doscientas?, etcétera. No lo informaron.
Otro: Ahora se habla de los votos corporativo y razonado. ¿Qué qué? ¿Cuáles
requisitos deben reunirse para considerarlos tales? Todavía estoy preguntándome
qué denota el voto útil. Claro, como observador soy un observador inútil. Tratado
así, el tema político fastidia pues cuando uno quiere enterarse, leyendo, queda
igual. La clase política sabe, del rollo, todo, y más. Debieran atender al
lector. Ya ni pregunto cuál es o era la función rastrera de los mapaches porque
¿será prehistoria?
Si intento razonar pregunto
¿el voto razonado sería el de los indecisos, el del ciudadano con ideología que
piensa si tal o cual partido comparte su ideario? Y si pienso que tal candidato
regala albercas inflables y tengo cinco hijos y no puedo llevarlos a la playa,
¿razono? Y si padezco déficit de potasio ¿iré al mitin donde regalan plátanos y
podré cambiar mi torta por otro plátano? Hacen falta Reyes Heroles para que, ayudándote
a razonar, aunque te sodomicen siendo ya servipoderosos, haya, mínimo, sentido
del humor, carajo. ¿Habrá sido su última humorada el cenotafio en la Rotonda de
los Hombres Ilustres?
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