6 de junio de 2012

TURBOCRÓNICA



El libro maldito
Te cuento, querido Mariolín, que hace años le pedí a Luis Carreño la portada de mi novela “Parranderos” Para ello le di una copia del texto y él, generoso, la realizó. Eran las figuras de un par de amigos en una atmósfera tropical con palmeras. Esos cuates tenían el brazo de uno sobre los hombros del otro y viceversa. Resumía muy bien la historia de los dos protagonistas durante un viaje a Villahermosa, Tabasco.
Entregué el libro y la portada a la editorial, en la que iban a publicarme ya otro mamotreto, “Mujeriego” (Planeta). Según los editores no podían publicarme uno tras otro. Como debía esperar, me devolvieron el texto, pero… ¡sin la portada! En aquella editorial habían estado cambiando de director. Un mexicano, un uruguayo, otro mexicano, etcétera. Prometieron devolver la portada pero no la hallaron.
Avergonzado se lo informé a Luis Carreño, en quien advertí cierta molestia, y con razón. Cada vez que nos encontrábamos le ofrecía disculpas y él poco a poco pareció resignarse. No me atreví a decirle que volviera a hacerla, ni siquiera cuando otra editorial ofreció publicarme “Parranderos”. El editor le cambió el título a “Vida real del artista inútil” (Colibrí, ) y acepté. En esa actitud mía debió influir la depre por no haber recuperado la portada. ¿Cómo publicar “Parranderos” con título y portada distintos? Parecía un mamotreto maldito.
Así que, cuando supe que tú y Luis Alfonso, el hijo de Luis Carreño entraron en la competencia pueril de cuál de los padres de cada uno era mejor, quedé paralizado. ¡¿La iniciaste tú, mi hijo?! Por eso no fue extraño que en la fiesta del cumpleaños del hijo de Luis él le dijera a su padre que decía el tuyo, el de la tecla, que en un libro le había partido su mandarina en gajos. La respuesta de Luis Carreño lo pinta de cuerpo entero, es un caballero. Por tu conducto mandó saludarme.
Todo el enredo responde a fallas de comunicación entre nosotros. Por ejemplo, debí contarte, no obligarte a leer, “Morir de periodismo” (Axial). En sus páginas narro la historia de la fundación de un diario, mientras Luis Carreño y yo coincidimos años después en “Siempre!” Es decir, no tendría por qué ser personaje de esa novela. Cuando yo escriba algo sobre Carreño te mantendré informado pues eres amigo de su hijo Luis Alfonso. Tal y como lo hago ahora, Mariolín.


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