El perfeccionista
De regreso a la grandísima
urbe, maestrazo Óscar Palacios, el tema de las revisiones de un mamotreto me
vuelve una y otra vez al magín. Sobre todo porque al hablar del asunto en el
auditorio del “Jaime Sabines” oí una suerte de refunfuño proveniente de ti. Por
eso lamenté el doble haber declinado la invitación a reunirme con ustedes esa
noche de la presentación de mis cuatro mamotretos, cuatro. Hubiera querido
preguntarte el tuyo, tu método de trabajo. Pero debía apastillar quince notas
informativas en tres cuartillas. Lo hice mientras me zampaba tres tacos de
cochi(ni)to en el restaurante del hotel.
La pregunta de aquella chica
en el auditorio del Centro Cultural de Tuxtla Gutiérrez me hizo exponer de modo
deshilachado parte de mi sistema de trabajo. Con la frase de uno de mis
maestros, me justifico: “Nadie habla como escribe, ni nadie escribe como habla”.
Si una de las metas es escribir bien entonces uno termina hablando bien.
Todavía no es mi caso.
Queda perfeccionar el error,
como dicen los terapeutas. Es decir, escribo la primera versión y lo reviso
cien veces. El consejo de Gardner es para cuando se carece del final. A base de
revisiones lo halla uno, incontrovertible. Tenga o no tenga el final adopté esa
cantidad para redondear cualquier historia porque, entre otros defectos, soy
perfeccionista. Al tratar de cumplir con esa tarea que, guardando las
proporciones sería semejante a la de Sísifo, resulto beneficiado en ciertos
aspectos, según yo.
Uno es someter mi lado
prolífico, limitar la producción a un mamotreto cada tres años. Si no, daría a
la luz uno tras otro como había venido haciéndolo. Tardé seis novelas en hallar
mi sistema, cierto, pero no tanto por aquello de que, según Bioy Casares, uno
tarda cuarenta años en “hacerla” en narrativa… ¿Cómo interpretas esa frase? Uno
aprende a escribir en ese tiempo, fue la mía. Otros, en convertirse en
superventas. A veces hablo en broma de vender un millón de ejemplares. Un
sarcasmo en mi contra.
De eso hubiera querido
hablar contigo y con Gerardo Pensamiento y con Florentino Pérez Pérez en casa
del generoso Marcos Nazar Sevilla. Yo me la perdí. Esperaré otra ocasión. Será
entonces cuando me cuentes cómo le haces tú para considerar terminada una
novela. Espero que no seas perfeccionista. Es una maldición. Una tortura. En mi
caso inevitable. No será en esta vida cuando lo supere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario