Mi libro Soconusquenses. Crónicas y semblanzas (Coneculta-Chiapas) se
presentó en la sala de cabildos de la presidencia municipal de Tapachula, Chiapas,
el sábado 26 de noviembre, organizado por el Consejo Estatal para la Cultura y
las Artes (Coneculta), que dirige Marvin Lorena Arriaga Córdova. He aquí uno de
los textos:
Garbanzo de a libra o sí hay profeta
en su tierra
Godofredo
Rodríguez*
Conocí a MAC en la Mesa
Redonda.
¿Ah, verdad? Siempre quise
iniciar con una frase al más puro estilo carballesco. Pero para mi desilusión,
no es cierta. Lo conocí en el taller. Me refiero al taller de narrativa que
imparte en la casa de la cultura de Tapachula.
Lo cual no estaría mal, desde
luego, pero creo que tampoco; lo conocí… vamos a ver… sería más propio decir
que fue cuando leía sus artículos de la revista Siempre! Ahí aparecía su foto
con ese gesto fuera de toda pose que lo hace distinto de los demás, pero eso
sí, siempre de traje. Por lo mismo cuando me dirigía por primera vez al taller,
creí que lo vería así, de saco y corbata ¡en Tapachula!
Ya en persona lo vi raro, sin
traje, pero con la misma actitud despreocupada que lo distingue.
Tiempo después tuve la suerte
de entrevistarlo para la radio de Cacahoatán. Si hubiera sabido que él era un
entrevistador con experiencia de años, de menso lo hago. Pero él accedió de muy
buena gana, llegó a la radiodifusora donde trabajo y contestó a mis preguntas
sin ponerme en aprietos. Aunque alguna que otra de esas preguntas o fue
repetitiva o estuvo fuera de lugar, lo que me hizo agradecerle más, y descubrir
en él rasgos de gente de mundo. Es decir, como yo pienso que es la gente de
mundo, sencilla y tolerante con aquellos con pocas horas de vuelo (de vuelo, no
de edad). Pero lo que más me ha sorprendido es su generosidad al compartir sus
experiencias… sus “vivencias” con quien se le acerque.
Con el tiempo platiqué con él
ahora sí en la Mesa Redonda y pregunté, pregunté. Me habló entre otras
personalidades de Pagés Llergo, José, por quien yo sentía curiosidad. Quizá
porque había leído algo de Rius, Eduardo del Río, el de los Supermachos, quien
narraba también sus encuentros con el director de Siempre! Ahora yo tenía la
oportunidad de platicar con alguien de carne y hueso de cosas parecidas,
alrededor de una amarillas. MAC les llama “espumosas” no sé si por insistencia
de Gonzalí, ese extraño personaje que sirvió de modelo para la estatua de Fray
Matías.
Me propuse a partir de
entonces sacarle a MAC más plática y abrevar de esa fuente de experiencias y
conocer la vida de un paisano que tiene cosas que contar, la guerra en
Nicaragua, su estancia en España; toda una máquina de narrar. Cuando habla de
su vieja máquina Olivetti, imagino que está hablando de sí mismo.
En la última sesión del
taller me obsequió su libro Soconusquenses, el cual leí en menos de un mes (iba
a decir de una sentada, pero mi promedio de lectura es el de cualquier
chiapaneco). No leo mucho, por si no se entendió la frase anterior, pero este
sí por alguna razón me lo ejecuté de volada. Esa razón puede ser que de pronto
me capturó la forma desparpajada, carente de toda pose, de toda solemnidad, y
de acuerdo a esa forma suya de decir las cosas; MAC ya escribe como habla, y
como él mismo es, vaya usted a saber cuántas cuartillas a espacio cerrado
ha tenido que escribir —y corregir— para lograrlo. Por sí mismo, su estilo
atrapa al lector, sea lo que sea que escriba.
Pero claro, también pica la
curiosidad el desfile de personajes de Tapachula y de la región, a quienes,
incluyendo a su propio progenitor, despoja de su solemnidad, lo que hace una
delicia a la novela, serie de narraciones o lo que sea que sea.
Hay otro además: mi nombre
aparece tres veces en el libro ¿Será eso lo que más me interesó? Bueno, puede
ser, pero ahorita no estoy hablando de mí, sino de MAC (Marco Aurelio Carballo,
1942-2062), de quien por cierto había que recomendar la lectura de todos sus
libros, pero más de éste que acaba de salir del fogón: Soconusquenses, que le
digo a usted que terminé de leer casi sin darme cuenta. Para los interesados,
buscarlo en la colección “Hechos con palabras” del gobierno del estado de
Chiapas. Su mero nombre es Soconusquenses, crónicas y semblanzas. Sus andanzas
de niño, la memoria de sus compañeros, de Gonzalí, que es algo así como su
carnal Marcelo, las inundadas calles de la vieja perla del Soconusco, sus
andanzas de vaquero sin caballo, su idea de la literatura, del arte, su carrera
de periodista narrador, cuentista, y algo de psicoanalista y confesor —y
confesante— de pecados.
No suena ni se parece, desde
luego, a un manual de buenas costumbres. No creo que a sus amigos les encante
precisamente aparecer como aparecen en el libro, pero nos gusta a los demás que
lo leemos. Quien quiera saber de Tapachula, de su vida (vida del autor, de
Tapachula y del mismo lector), aprender a narrar, encontrarse en sus páginas, o
simplemente enterarse de las vidas ajenas, debe leer este libro; conocer un
aspecto no ventilado de personajes que solo podremos ver a través del ojo, las
orejas y la pluma de Marco Aurelio Carballo.
Como habitantes de esta
región tenemos el derecho y la obligación de aprovechar este más reciente
trabajo de MAC el sorpresivo. La máquina de narrar.
Y bueno, haberlo conocido,
platicar con él, es una de esas cosas que uno adivina desde el principio que
será un hecho importante en la vida. Ahora que he leído con más atención los
trabajos de MAC creo que sí estuvo justificado aquel shock de mi encuentro con
él en el viejo palacio de Tapachula.
*Godofredo
Rodríguez Díaz (1953, Bella Vista, Chiapas). Estudió Economía en la UNAM y
Ciencias Humanas en el Claustro de Sor Juana del DF. Labora en el Instituto Mexicano
de la Radio en Cacahoatán, Chiapas.
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