9 de diciembre de 2011

EL OFICIO DE ESCRITOR



Gustavo Gonzalí Mayoral
 
Hace muchos años un icono de la literatura mundial el irlandés James Joyce, autor de la célebre novela “Ulises”, publicó un libro que pronto se convirtió en un ejemplo de lo que se puede considerar buena literatura: Dublineses. Este libro fue editado en 1914 y contiene 15 relatos sobre la juventud del autor allá en las inmediaciones de Dublín, capital de la república de Irlanda. A pesar de que pronto cumplirá los cien años, el libro de Joyce se sigue leyendo, porque es irremediablemente bueno; es la memoria de un pueblo. Ahora, estoy seguro que “Soconusquenses”, de Carballo, es un libro que gozará de lectores durante mucho, muchos años. Más años quizá que Dublineses.
     “Soconusquenses” es un libro de crónicas y semblanzas, poblado de personajes, pero sin duda el gran personaje es la propia región de Soconusco; a través de los protagonistas costeños podemos entender esta tierra llena de contrastes. Cada crónica de este libro es una tajada de tiempo atiborrada de vivencias. Cada semblanza es un trozo del alma de nuestra tierra; es la experiencia de su gente. Es la memoria estética de lo que fue Soconusco y ya no será. La vida se queda flotando en ese mar que llamamos memoria, que como un asidero, nos permite aferrarnos al recuerdo para no naufragar en un cementerio de ilusiones, eso es “Soconusquenses”.
     En sus páginas desfila nuestra cocina, nuestras costumbres y el uso que le damos a las cosas, tanto como el entusiasmado tributo que rendimos a Baco; ahí está el aire caliente de la Costa y el de la montaña y sobre todo, el carácter de los costeños. Ahí está Soconusco con todo su universo de vivencias.
     Si se reconocen las bondades de este libro, es justo reconocer el esfuerzo del autor.
     En nuestro escenario cultural, hace ya varios años que Marco Aurelio Carballo, MAC, figura como una de las mejores cartas en nuestro estado. Para lograr esa posición, sin duda, ha tenido que hacer esfuerzos desgastantes que no cualquiera puede o quiere afrontar.  Lograr un reconocimiento permanente y durante años, hace la diferencia.
     A mí me parece que MAC ha pagado el precio de su fama. Hace treinta y cinco años publicó su primer libro en la Editorial “El Mendrugo”; su título “La tarde anaranjada” con pastas de cartón y páginas de papel de estraza. A partir de entonces ha escrito 24 volúmenes. “Soconusquenses”, no es el más reciente, pero no se había presentado acá, en su tierra.
     De muchas maneras escribir es un oficio incomprendido; la mayoría lo entiende como un pasatiempo y supone que quien escribe nació con un talento privilegiado que le permite tener buenas ideas y en consecuencia las puede transferir al papel. No es exactamente así; ni siquiera es necesario tener “ideas maravillosas”. Es evidente que la idea no hace al escritor. Es el escritor quien hace grande a la idea.
     La tarea del escritor es que los pensamientos que se le ocurren sean claros y atractivos; de lo contrario no habrá lectores. Esa es la clave de la buena escritura.
     Y para que los textos sean interesantes, sólo se necesita quitarle los ripios, lo innecesario; libre de lo inflado y lo confuso; es decir, sin incongruencias ni repeticiones y libre de una sintaxis torcida que haga que el lector en lugar de entender con claridad, alcance nada más a interpretar. Si el lector está tratando de entender, pues lo más probable es que abandone la lectura o haga una mala interpretación.
     Los vicios y las incorrecciones en la escritura se me figuran bichos perversos creados para hacerle la vida imposible al escritor. Solecismos, aliteraciones, cacofonías, queísmos, etc., son seres informes escondidos detrás de cada palabra, de cada línea o frase con la perversa intención de corroer el trabajo de quien escribe. Dicho de otra manera y recurriendo a las propias palabras de Carballo: hay que culiatornillarse a la silla frente al ordenador y escribir y corregir; y otra vez, escribir y corregir. Sin duda, es una tarea de locos, pero apasionante y terapéutica. Un escritor tiene necesidad de escribir y si no manda sus pensamientos al papel utilizando herramientas como la crónica, la semblanza o la novela se expone a sufrir un congestionamiento mental de impredecibles consecuencias.
     Gracias MAC por tomarte la responsabilidad de preservar nuestra cultura literaria; ahora sólo esperemos que las autoridades competentes y las no competentes promuevan nuestra literatura —que sin duda es el alma del pueblo—  tanto como promueven nuestras riquezas agrícolas y turísticas, sin perder de vista que nosotros, los lectores, lo menos que podemos hacer es echarle una mano a nuestra cultura.    
Texto leído en la presentación del libro de MAC “Soconusquenses”.    

1 comentario:

  1. El conspicuo Alfonso Reyes dijo alguna vez que el escritor debe lidiar entre el fondo y la forma. Sin forma solo hay buenas ideas para contar, nada más. De uno y de otro está hecha la literatura, donde estriba creo yo la estética y originalidad que sorprende.

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