30 de mayo de 2013

La conspiración de la moda

TURBO DEL 30 DE MAYO
LA CONSPIRACIÓN DE LA MODA
MARCO AURELIO Carballo
Como a Feldespato, le disgustan las modas. Tecleará una serie, si no le birlan la idea porque la pongan… de moda. Es una conspiración del capitalismo salvaje, adelanta, si bien no le importa, por esa frase trillada según la cual cada uno lleva con derecho agua a su molino ¿Entonces? El problema es a quién afecta porque la publicidad esté dirigida a los jóvenes y si el producto es nocivo hay un problema ético. También si tiene que ver con el oficio y lo manosean y banalizan. Hablando de frases trilladas, recordó que, paradoja, la moda del libro electrónico supuso darle la puntilla a la pregunta manoseada de qué libros se llevaría usted a una isla desierta. Un listillo dijo me llevaría uno, el de cómo aprender carpintería en diez lecciones. Pero no faltará el egocéntrico que responda, yo  cargo mi biblioteca en el kindle, incluida una enciclopedia.
El alter ego de feldespato, que firma este pergeño, le tiene reservada una experiencia desagradable, hablando de listillos. Cierta vez viajé a una playa del Pacífico, frente a las Islas Marías (IM), le contará, así que era el momento de leer “Los muros de Agua”, de José Revueltas, cuya trama se desarrolla en una de las IM, así como el listo de Feldespato llevó a París para releerlo, “París era una fiesta”, de su maestro Hemingway. No andaba tan errado excepto que me acarballé cuando la marea subió y una ola gigantesca dejó caer encima de mí y  del libro un muro de agua salada y de arena. Si un día me hacen la pregunta diré que odio los libros forrados y más el plástico.
Si Feldes pregunta cómo surgió el tema, diré que veo venir una avalancha de reporteros con la misma pregunta. La he leído en tres entrevistas recientes. Coincidencia o no, hay que estar preparados, dijo feldespato. ¿Cuál es? ¿En qué época le hubiera gustado vivir? Nada nueva, dijo Feldes. No, pero una respuesta me horrorizó. ¿Cuál? A un estudioso del siglo XVI de un país europeo, le preguntaron si hubiera querido vivir entonces. La respuesta fue No porque entonces, explicó, no había café ni periódicos. ¡Qué horror!, dijo Feldes “es como si hoy dejaras sin Facebook a los narcisistas.


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