TURBO DEL 16 DE
MAYO
LA BAILARINA DE AZUL VESTIDA
Marco Aurelio Carballo
El escritor norteamericano Stephen King dijo cierta
vez que su imaginación desbordada lo metía en problemas de madrugada. Ducho para
novelas de espanto, “Carrie” y “El resplandor”, entre otras, no especificó si
un problema es que también lo aterrorice a él.
Cuando leyó esa declaración,
Feldespato se echó un clavado en su yo interno, el mismo de quien esto firma.
Reconoció que su imaginación no le llega ni al occipucio de la de Estéfano Rey.
A él lo desquician las lucubraciones. Pensar obsesivo, en las consecuencias de problemas
que se resuelven solos en ocasiones.
Desde luego de niño le tuvo
miedo a la muerte. Cuando supo que era inexorable, empezó, resignado, a
disminuir el terror. Después, en tanto reportero se dijo “Me gustaría escribir
una crónica desde el lugar de los hechos”.
¿Cómo era la muerte, santa o
no? Desde el primer momento supo que vestía de negro con una guadaña al hombro,
¿o bajo la esquelética axila? A lo mejor la blandía como toda experta segadora.
Se hizo ese planteamiento cuando vio que
una mujer se le aproximaba ejecutando pasos de baile. Ella se acercaba y se
retiraba deslizándose por el piso de cemento. ¿Será la versión posmoderna de la
muerte?, Pensó. La mujer no iba de negro. Llevaba un pantalón estrecho azul y
playera del mismo color.
Feldespato, la bailarina y un
grupo de pacientes esperaban turno para la sesión de radioterapia en el
hospital de oncología del Centro médico Siglo XXI del IMSS. No estaba para
bailecitos. Sin haber completado sus horas de sueño, desmañanado, anhelaba
regresar a su cama. Forma parte de la rehabilitación, le dirá su princesa
cuando él le cuente. Recomiendan bailar danzón… ¿Te dijo algo?, preguntó. No se
hubiera atrevido con mi cara de fierro, dijo Feldespato. De haberse animado,
agregó, le digo: “Lo siento, los hombres duros no bailamos. “que pesado”, dijo
la princesa.
marcoaureliocarballo@blogspot.com
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