22 de mayo de 2013

Resiste, negro, resiste



TURBO DEL  23 DE MAYO
Resiste, negro, resiste

La primera vez que oí la palabra resistencia fuera del ámbito deportivo fue en una redacción. La dijo a manera de exhorto, Roberto, el Negro Noriega, reportero de policía. Nos habíamos conocido reporteando comandantes judiciales y de la secreta, cuando los había. Él formaba parte del primer mundo como representante de El Sol de México, diario de circulación nacional, y yo del tercero, reportero de una agencia de noticias para diarios del interior del país. La mayoría ni pagaban el servicio.
Los del tercero aspirábamos a llegar al primero, y los del primero afianzarse y reportear las fuentes políticas o las financieras. Reportear la Presidencia de la República, codearse con el verdadero poder, era demasiado pedir.
Después de años, nuestros caminos bifurcados, el Negro y yo volvimos a encontrarnos, ahora en la redacción de El Sol. Me dio mucho gusto. Era de los pocos con quien charlaba de cosas terrenales y teníamos intereses comunes, la lectura, la escritura y los viajes como enviados especiales. Lo primero que supe en ese reencuentro fue que él era reportero, acreditado ya en ¡la Presidencia de la República!
Lo felicité. En nuestras charlas nos quejábamos de los castigos impuestos por el jefe de información porque perdíamos tal o cual nota, o del jefe de redacción que nos ordenaba completar una nota mal reporteada por un compañero o redactar de nuevo cuatro, seis cuartillas tecleadas con los pies por otro peleado a muerte con dos enemigas, la sintaxis y la ortografía.
¿Cómo aguantaste?, le pregunté recién entrado a El Sol a la guardia nocturna a fin de hacer méritos y quién sabe cuándo debutar en la calle como reportero primermundista. “Resistiendo”, dijo Roberto el Negro Noriega, resistiendo. “Este es un oficio de resistencia. Resiste, mi negro, resiste y obtendrás tu premio”.
Lo recordé después de hacer la espera de dos horas para una sesión de radioterapia y otra media hora para que una secretaria me transmitiera el mensaje del médico de que no le autorizaría a un jubilado del IMSS las cápsulas de la quimioterapia porque es un medicamento controlado. Pero si no las quiero para vender, quise decir, indignado. Entonces sentí el tamborileo de unos dedos en mi hombro derecho y escuché una voz: “Resiste. mi negro. Resiste…” Respiré hondo e hice acopio de tolerancia y de paciencia. El premio sería, quizá conservar mis ahorros y los de mi princesa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario