31 de octubre de 2012

TURBOCRÓNICAS




LOS PREMIOS

La entrega de premios literarios es un suceso que deja satisfechos a pocos. A veces ni al premiado porque el galardón llega tarde o porque no era el merecido. Un amigo me dijo en la cantina: “Si me dan el Nobel lo rechazo”. No dio explicaciones. Hay leyendas o mentiras en torno. Las cuales son inevitables, provenientes de gente imaginativa. Contaban que Octavio Paz (1914-1998) llegó de repente a una oficina, donde deliberaban los miembros del jurado de un premio. Echó un vistazo a los originales puestos sobre la mesa y sin decir palabra posó la mano derecha sobre uno bien mamotreto. A ese le dieron el premio.
Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) contaba que un amigo le llamó para preguntarle si tenía una novela terminada. A cambio le ofrecían de antemano un premio… Increíble. El jurado se lo había conferido a cierto novelista pero el editor lo vetó. Jorge Ibargüengoitia lo ganó por “Estas ruinas que ves”.
He observado que las bases son cada vez más prolijas. Pero siempre pueden interpretarse de cierta manera para favorecer a equis o a ye.
Cada año a principios de octubre estoy atento a la asignación del Nobel. Ahora sí se lo van a dar a mi amigo Edmundo Domínguez Aragonés, pienso, y él va a rechazarlo porque es un hombre íntegro, de una sola palabra. Pasará a formar parte de la lista de Borges, Kafka, etcétera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario