El piloto y
los reporteros
Lamento no haberlos seguido en la comida, maestro
Camposeco: Hubiera superado el trauma de los chiles rellenos. Desde hace cinco
sexenios los embaúlo sin capear. Capeados absorben mucho aceite, dice Petunia
Flowers. Chiles sin capear, pozole de pollo sin triquina, huevos revueltos resecos.
Por eso bebía.
Le pedí a mi madre para que hiciera un cochi(ni)to a
la juchiteca, frito en mole rojizo. Petunia aceptó congelar veinte raciones para
consumirlas en dos años. ¿Sabes cuándo volví a probarlo? Nunca. Le hablaba a mi
madre y le decía que acababa de paladear una ración. Mentira.
David parece bien ecualizado. Por primera vez no
resentí sus agresiones, síndrome del reportero chilango. Irónicos, quieren
enseñarte a beber trago y a vestir y a poseer este reloj, aquel coche. Te ven
de arriba abajo. Preguntan si ya leíste a tal o cual y ay de ti si titubeas. Autodidactos,
terminan sabihondos. Conocí a varios en media docena de periódicos. Con sus
excepciones. Si bien actué a la defensiva, caía en la provocación. No hallaba
cómo trabajar la indiferencia y cerraba el círculo vicioso. Había reglas de
oro: “Un reportero nunca dice no sé o no pude” y también: “Borracho no vale”.
Recuerda que los malvados cachacos (los chilangos de
Colombia) le decían Trapoloco a nuestro cuais Gabo por sus camisas de colores y
estampados estrambóticos. El primero en felicitar a Fausto Fernández Ponte
cuando informó de su nombramiento como corresponsal de Excélsior en Washington,
a mediados de los años sesenta, fue Enrique Loubet junior, inglés nacido en
España. Enrique lo abrazó y al mismo tiempo le sacó las gafas oscuras de la
bolsa del saco y las tiró a la basura. Un corresponsal del mejor diario del
país no usa gafas de naco en la Casa Blanca, le dijo. No eran Ray Ban, como la
colección de todo piloto aviador. Hay para todos los gustos, incluido el de
Bono… Fausto, de tez blanca y ojos un tanto saltones los había usado desde niño
cuando recibía cada mañana el chaparrón de rayos solares bañándole el rostro en
su cuna de Coatzacoalcos.
David Martín del Campo no fue un simple reportero, aunque
la morralla lo contaminó. Multipremiado, es el mejor novelista de su promoción.
Por lo visto, liquidó el síndrome aquél o lo manifiesta en defensa propia. Tu
presencia debió ayudar a su equilibrio. Lo que no habrás enfrentado como piloto
de jumbo jet. Micos chillones en la cabina de pilotos.
¿David Martín del Campo te hacía bullyng, MAC? Lo que hay que ver. "Hay para todos los gustos, incluido el de Bono… ". ¿Te refieres a las gafas locochonas del vocalista de U2? Saludos.
ResponderEliminarHaré un agregado para evitar malas interpretaciones. En resumen era todos vs. todos. Saludos: MAC.
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