TUMBABURROS
O TENIS
Gracias por el cebollazo, Pollo Borrás. Gracias por
meterme en el mismo costal de personajes como Marcello Mastroianni y Rafael Ramírez
Heredia, René Avilés Fabila y Roberto López Moreno. En “Vida real del artista
inútil” (Colibrí) consigno el dato de que hay cotorras que repiten como lo que
son hasta cuatrocientas palabras, el doble de los que, según tus datos,
utilizan los tuiteros. James Joyce emplea 30 mil palabras distintas en
"Ulises", acabo de enterarme. ¿Cuántas habrá en “El Quijote”?
Trato de comprender a los tuiteros, pero no me atrevo
a aventurar teorías porque no soy analista de nada. Nomás reporteo la vida. Por
cierto los psicoterapeutas insisten en que se trata de gente narcisista y van
más allá porque de ahí a la mampería hay sólo un paso, afirman, con todo
respeto para los seguidores de esa línea bíblica. También observo que se trata
de una moda, la cara maquillada del capitalismo salvaje. Las modas son armas de
dos filos, colijo. Pueden hacerte “in” para no estar “out”, cual decían hace
medio siglo los esnobs ¡monolingües! para estar a la moda. Pero lo mismo
resulta un peligro. Te imaginas ¿asaltar un banco o hacerte sicario para poder
comprar un equipo tecnológico de punta?
Llama la atención que los ladronzuelos tengan
debilidad por robar zapatos. ¿Será porque hay tenis (moda pedestre) de hasta cinco
mil pesos? Un colega tuyo, en tanto poeta, cuenta una anécdota desopilante a
partir de un viaje suyo asiático. Dormía abrazado a sus bostonianos porque era
lo primero que intentaban robarle.
En fin, el amor por las palabras siempre ha tenido sus
altibajos, sospecho. En el Taller de Narrativa acaban de preguntarme ¿cómo se
enamora uno del lenguaje? Qué pregunta. Desde luego recurrí a mi experiencia porque
tampoco soy un teórico y les compuse en el aire una teoría, como tú los versos:
las revisiones del texto acucian tu imaginación al mismo tiempo que hacen
plantearte preguntas de si has utilizado bien tal o cual palabra, lo que te
lleva al diccionario y en éste descubres orígenes o significados que te generan
orgasmos espirituales, por decirlo así. Claro, necesitas una batería mínima de
tumbaburros fidedignos. ¿Cómo no hacerte adicto a las palabras, una forma de
amar a lo bestia?
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