25 de abril de 2012

TURBOCRÓNICAS



Leer es cosa de genes
Uno de los peligros de los genes es hacerte adicto a los libros. Cuando descubres en casa la biblioteca, grande, chica o minimini, tragas el anzuelo. Entonces, ¿por qué exigir que lea quien carece del chip? Digamos, ¿a los que traen el chip de diputado? Demos a oler los libros a quien, por lo que sea, los ha visto sólo en/ o para la escuela. Basta que la adicción la transmita el padre o la madre. La madre puede transmitir casi doscientas enfermedades, se sabe, pero ignoro cuántos el padre. Acaso el doble.
El problema es el sistema. Con libros caros y bibliotecas escasas y burocratizadas, salvo excepciones, ¿cómo? Si naciste en la era Mesozoica y vives encaramado en las palmeras, debes leer cuando menos periódicos para enterarte de dónde, a quién y cómo comprar libros. Nada fácil. Los países ricos poseen bibliotecas y les cuesta cero centavos leer tantos libros como quieran, todos. Paradoja en el “país emergente” porque tienes que comprar tu biblioteca propia y pagas los precios fijos de los libros. Hubo época en la cual, baratos, terminaban hechos un mazo de barajas atípico pues hay transa en la compra de la goma barata y, antes y ahora, te los roban nomás por molestar.
Los gobiernos organizaron un cúmulo de actividades en el Día Mundial del Libro y como era lunes (23) aprovecharon el domingo para hacerlo en dos y en cinco días. Bien. Pero es como si yo fuera adicto al “gallo” y me dijeran aquí está una tonelada, dos, y debes fumártela ¡hoy! Sin precios especiales. Para el libro, no para la mota, porque ¡violarían la ley! ¿Cuál podría ser la salida? Desburocratizar y deschatarrizar las bibliotecas públicas. En mi caso les niego incluso el beneficio de la duda. Casi ochenta por ciento de quienes leen no asisten a las bibliotecas. Prefiero suprimir el bistec o la chuleta y comprar una novedad editorial. Antes de los gobiernos panistas, compraba el equivalente a dos libros y medio o una de whisky. Ahora solo un libro.
Quizá el próximo presidente no haya leído ni la “Biblia” amparándose, torpe, en su laicidad. Cuando el presidente del PAN (1996-1999), Felipe Calderón, asistió a una comida de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), declaró que no tenía tiempo para leer literatura. Debí adquirir un cochinito. Ni hablar del caso de Fox. Ellos son adictos al poder. Son otros los genes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario