Turbocrónicas
FRAGMENTO 42
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Para Edmundo Domínguez Aragonés, periodista y escritor amigo, con
problemas de salud.
En el viaje a Guanajuato, frente a las momias, observé
a Leo de reojo. Haga de cuenta, licenciado García-Corral, que Papito Leo estuviera
en tarde de lluvia, en la ventana de nuestro apartamento del DF, pensativo y
con mucha seriedad. Así veía él a las momias, bien concentrado. Faltó que se
convirtiera en Leoncito Bubú imaginándose quién sabe qué cosas. “Alucinando”,
dirían ahora. Después de un paseo en solitario por la ciudad volvió al hotel
con datos de su señora madre. Ella no había nacido en la ciudad de Guanajuato
aunque hubiera vivido ahí varios años, sino en León, otra ciudad importante del
estado.
“¿Cómo supiste?”, le
pregunté.
“Vengo de El Incendio,
Petacona”, dijo, con un leve aliento a ron. “Es una cantina antigua, a la que
fui algunas veces. Ahora me eché tres en la barra para romper el hielo”.
“¿Qué supiste?” pregunté.
“El encargado, un viejo
calvo, había conocido a doña Aurelia de León de León”, dijo Leo, “es decir a mi
señora madre.Una señorona de melena rubia, dueña de un restaurante a las faldas
de un cerro, pero ella había llegado de
León, Guanajuato.
“¿Y?”... “¿Restaurante?
¿Cerro?”, quise preguntarle, pero no iba a permitirme ninguna pregunta y, si me
lo permitía, no iba a contestarme nada.
“Parece obvio, ¿no?”, dijo él.
“Como era de León pues se apellidaba de León, o sea... Pero me intrigó el doble
apellido.
¿Eso se acostumbraba ¿hace
cuántos siglos, lic? Lo del apellido. ¿A poco mi madre se apellidaba Comitán
porque mis abuelos y mis bisabuelos eran de Comitán?... Doña Natalia Comitán
Comitán, je je. ¿Y, por cierto, le dijeron a Leo ¿restaurante? Pudieron haberle
dicho burdel y por eso lo miré triste. Como si una poderosa ola violenta
hubiera barrido el castillo de arena levantado en la vasta playa solitaria de
sus cincuenta y tantos años…
“Ay, lic, qué feas figuras literarias
se me ocurren ya de vieja”.
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