TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 41
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Borrica Gemebunda, cuando era Renacuaja Rechoncha, es decir, Marta, y yo lavábamos platos, lic.
Habíamos comido. Esa prima chatita y simpática, Marta, habla y se le dibujan
las venas de la papada. Cierto, hace esfuerzos al hablar, mas no gime, como
afirma Papito Leo. Menos tiene dos agujeros por nariz. Sarcasmo lacerante.
Según ella. Su marido Rutiliano contaba que mi futura suegra llegó al puerto en
busca de nuevos aires porque un viejo amor la abandonó embarazada en
Guanajuato.
Nacido el hijo en Veracruz, a
la madre le reapareció el antiguo amante, el guanajuatense, el verdadero padre
de Leo. ¿Cómo hizo para hallarla, casada ya, si no es porque ella le dijo dónde
estaba? De telenovela, lic.
El supuesto padre de Leo, el
veracruzano, la buscó en Guanajuato, sin éxito porque los fugados estaban ya
retozando felices en California. Mas, si la halla, ¿qué? ¿Iba a encarcelarla
por adúltera?..., ¿o por bígama? Primero en tiempo, primero en derecho, habría
dictaminado Leo, paladín de la justicia, aunque estuviera de por medio la
infelicidad del padrastro. El padrastro de Leo, el entrometido, el veracruzano,
viajó también a Estados Unidos…
Por esos días, Leo recibió un
anónimo que yo encontré en un saco del traje que iba a la tintorería. Su madre
era dueña de un burdel en Guanajuato, le chismeaban, y su apodo era, Dios mío,
la Pelos de Oro. Había huido a Veracruz porque hubo una matanza en su burdel. El
plan de ella era seguirse a La Habana, donde tenía parientes gallegos o
asturianos. Ella fue quien montó la tienda con sus ahorros… Hice cachitos la
carta.
Encontré el anónimo hace tres
años, lic. Más o menos cuando Leo acusó de ratero al tío Clemente y llamó
Borrica Gemebunda a Marta. ¿Habrá Leo sospechado de que el emisario estaba
entre sus amigos? ¿Habrá sospechado de sus primos Justino o Rutiliano? De haber
inquirido sobre la carta, yo, pico de cera, como dicen. De mensa le confieso
que había destruido la prueba del delito. Pero ¿será el anónimo delito?... No,
¿verdad? La difamación, sí.
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