TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 39
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
“Escucha prima política…”, le dijo el triple Ele, es
decir, Papito Leo, a su prima Berta, y empezó a pasearse por el comedor, manos a
la espalda, la actitud del catedrático de ética, “¿por qué hablas de
amargura?... Por elemental. ¿Para qué hablar de tu inglés de secundaria? No
sabrías distinguir en español o en inglés entre amargura y escepticismo, o
entre escepticismo y actitud crítica ante el devenir de las modas, cáncer
avasallante del capitalismo salvaje… Te crees
totalmente Palacio, pero conozco tu mercado… De colonia barriobajera, ni
siquiera el de la Merced o el de Jamaica. Conozco bien el de la Portales.
Los primos oían en silencio,
la vista baja, como siempre, debido al efecto de las cubas, no porque discurseara
el primo ilustrado, el profesionista de la familia. Aunque la profesión del
primo les pesaba y deslumbrados fueran incapaces, de ver la coraza de hojalata
del primo payaso.
“Para distinguir entre
amargura, escepticismo y actitud crítica tendrías que ilustrarte”, continuó
Leo, yendo y viniendo. “Renacer en molde menos estrecho, ese donde se moldea el
cerebro. Abstente de ponerme etiquetas. Yo podría colgar de tu mullido y
sudoroso pescuezo el sambenito merecido”.
Dios.
“De un vistazo”, siguió Leo, “tomaría
en cuenta el tamaño infantil de tu humanidad, tu creciente corpulencia, y ese
par de agujeros que tienes por nariz, no digamos tu gemebunda voz de borrica
cintareada. Yo debiera echarte ese
vistazo apenas sumario, ¿sabes por qué? Porque no existes para mí. Porque eres
una silueta incorpórea, una sombra a la cual puede pisársele sin que, ni un
niño, sienta el mínimo temor ante su presencia, como se le puede temer a la
sombra, escúchame bien, como se le puede temer a la sombra de una hembra
genuina”.
Así continuó y se detuvo
cuando el marido de Marta, la Borrica Gemebunda, el primo flaco y como
palúdico, Rutiliano, le dijo a ella mejor vámonos.
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